3 de abril de 2014

¿Te gustaría ser pediatra?

Poco queda para que una nueva tanda de residentes lleguen a nuestros hospitales. A mi correo han llegado algunos emails preguntándome por mi especialidad, buscando una ayuda que les permita encontrar la respuesta correcta a la pregunta más dificil del MIR. ¿Qué especialidad escojo y en donde? Ante todo, y como seguro que ya os han dicho en más de una ocasión, no hay una única respuesta correcta. Las posibilidades son muy amplias, y probablemebte os encontréis igual de encantados en una especialidad u en otra.


La Pediatría es una especialidad médica de 4 años de duración. En mi hospital, siendo R1, rotas por las distintas secciones de planta de hospitalización: lactantes, escolares, preescolares y neonatos. En el segundo año de rotación, repites rotaciones, añadiendo además una visita de 3 meses a Atención Primaria. Siendo R3 ya rotas en las UCIs, tanto pediátrica como neonatal, además de pasar por Consultas Externas. En el último año de especialidad tienes la posibilidad de irte a rotar a otro hospital, eligiendo la especialidad que a ti te convenga o te guste más, durante 3-4 meses. El resto de ese año puedes elegir qué rotaciones te apetece repetir dentro de tu propio hospital.
Quizás sea una especialidad muy amplia para tan poco tiempo. Al fin y al cabo, toda la pediatría y sus distintas subespecialidades, suponen un campo inabarcable para sólo 4 años.

Si te planteas ser pediatra, lo más importante y fundamental es que te gusten los niños. Parece algo obvio, pero en el trato médico-paciente eso se nota. Y es triste ver un pediatra con cara de ogro y el niño gritando sólo por miedo. Saber tratar y llevar a tu paciente pediátrico es fundamental. Siendo sinceros, recuerdo que cuando estaba estudiando medicina salía corriendo en dirección opuesta al ver a un niño, y ahora no podría hacer otra cosa que ser pediatra.


Lo mejor de la Pediatría son los propios niños. Esto hace que sea una especialidad completamente diferente a todas las demás. Ahora cuando camino por las plantas de Hospitalización de adultos, se me antojan muy lúgubres, tristes y grises. Sin embargo el área de Pediatría está llena de color. Intentas llevar el pase de visita como un juego, entre sonrisas y bromas para que la estancia hospitalaria de los más pequeños (y sus padres) sea lo más llevadera posible. Por otra parte, la mayoría de los procesos que sufren los niños son banales y se recuperan como nadie. En Urgencias la mayor parte de las consultas son procesos febriles, toses y mocos, que no suponen mayor problema, por lo que a veces la función del pediatra se basa más en tranquilizar a padres angustiados que aliviar la propia condición del niño. Esto es algo que hay que tener en cuenta: en nuestra especialidad hay dos tipos de pacientes: el niño, y su familia, y tendremos que lidiar siempre con las dos partes.
Lo peor de la Pediatría es la enfermedad grave y la muerte. Actualmente es raro enfrentarse a esta situación extrema en los niños, pero existe. Es duro ver a un niño crítico en la UCI, es duro informar a una familia de que su pequeño tiene cáncer, o comunicarle que a pesar de todos nuestros esfuerzos, no hay nada que podamos hacer para evitar su muerte. Y así, no te extrañes si alguna vez lloras ante el sufrimiento de una madre o de su niño.

Otro punto negativo de la Pediatría son las guardias. ¿Buscáis comodidades, vivir bien y dormir de noche? Esta no es vuestra especialidad. En mi Hospital siendo R1 y R2 las guardias son de puerta, siendo R3 y R4 te mueves más por las plantas y las UCIs. En la Urgencia  ves un niño después de otro. En zonas como la de mi Hospital, que incluye un gran volumen de niños, es un no parar durante toda la guardia. Por la noche se relaja más el asunto, sobre todo en verano, pero siempre llega la mítica laringitis o reagudización asmática nocturna. Por no hablar de ese parto en mitad de la noche al que tienes que acudir rápidamente. No es una especialidad para dormir, desde luego, sobre todo siendo residente.


En mi caso Pediatría fue mi primera opción. Después de finalizar el MIR tenía claro que esa era la especialidad que quería, y también tenía claro que no quería desplazarme más allá de mi comunidad autónoma, así que no tuve que pensar demasiado. Dudé (aunque muy poco) con otras especialidades que me gustaron desde siempre, como la Endocrinología. Se me pasó por la cabeza también la Neurología. En cualquier caso lo tenía bastante claro. Y es que además la Pediatría tiene la ventaja de que puedes asociar dos especialidades en una. Si te gustan los niños y la endocrinología, ¿por qué no subespecializarte en ello?

Una vez tenemos clara nuestra especialidad, la siguiente pregunta es: ¿dónde? Yo lo tengo claro, mejor un hospital grande con un volumen importante de niños. Da igual que sea el hospital de la repera, y veas pocos niños, lo importante es ver, ver y ver niños. Y después seguir viendo. Así es como se aprende. Si estás en un hospital pequeño, seguramente los casos más interesantes tendrán que ser derivados a otro hospital más grande de referencia. Así que si podéis elegir, mejor hacer la especialidad en un hospital de tercer nivel. Pero no os preocupéis, si vuestro número no os permite escoger el primer hospital de vuestra lista, siempre tendréis la opción de hacer la especialidad en un hospital más pequeño y luego ir a rotar fuera en aquellas secciones en donde haya más carencias. Si dudáis entre un hospital donde se publique mucho pero haya pocos niños, y otro donde ocurra lo contrario, mi opción sería la segunda.

¿Si volviera atrás en el tiempo, elegiría otra especialidad? Sin duda: NO. Estoy encantada con la pediatría y sobre todo con los niños. No hay nada más satisfactorio que la sonrisa, el abrazo o el beso de un niño. O simplemente un gracias cuando se van todos felices con su palito. No hay nada como estar presente en los segundos de vida de una pequeña personita. Y nada como el alivio que le ofreces a una madre cuando encuentras el por qué de la enfermedad de su pequeño, o que simplemente estará bien.

26 de febrero de 2014

Síncope en niños

Seguimos con entradas dedicadas a la cardiología en la edad infantil. Hoy le dedicamos la entrada a los síncopes, situación caracterizada por una pérdida de conciencia transitoria y autolimitada.

¿Qué es un síncope?
Es una pérdida de conciencia brusca y breve. El niños se pone pálido, deja de responder y pierde la fuerza pudiéndo caerse al suelo. Después, se recupera rápidamente, en un par de minutos y sin dejar secuelas. A veces, cuando el niño pierde el conocimiento, se pueden producir dos o tres sacudidas de las extremidades. El síncope se produce por una disminución transitoria del flujo cerebral.
Generalmente, antes del desmayo, el niño se siente mal, con náuseas, dolor abdominal, visión borrosa, sudoración o zumbido en los oídos. Estos síntomas pueden ayudar en el futuro para que el niño se de cuenta de que le va ocurrir y pueda evitarlo antes de desmayarse.


¿Qué tipos de síncope existen?
Existen diferentes tipos de síncopes en función de la causa que lo provoque.
- Síncope cardíaco: secundario a alguna alteración cardiológica.
- Síncope neuromediado: producción de reflejos inapropiados que producen frecuencia cardíaca baja, vasodilatación o ambos, provocando hipotensión y como consecuencia disminución del flujo sanguineo cerebral. Dentro de este grupo se encuentra el síncope vasovagal, que es el tipo de síncope más frecuente. Se produce por emociones, visión de sangre, dolor, calor, aglomeraciones y suele asociarse con palidez, sudoración, malestar, náuseas y frialdad de manos y pies antes de la pérdida de conocimiento. Otross síncopes que se incluyen dentro de este grupo son los que se producen con la micción, la defecación y con la tos.
- Síncope ortostático: se produce por una caída brusca de la tensión arterial. Puede producirse por pérdida de líquidos como en hemorragias, diarrea o vómitos, o el paso de estar sentado a de pie.
- Síncope hiperventilatorio: como su nombre indica se provoca por una hiperventilación, respirar muchas veces por minuto.
- Síncope convulsivo: episodio sincopal que se acompaña de movimientos de extremidades. No es lo mismo que epilepsia.

¿Cuando es necesaria la valoración por Cardiología Pediátrica?
- Cuando existen antecedentes familiares de muerte súbita
- Cualquier presíncope o síncope en pacientes con cardiopatía conocida
- Sincope estando acostado
- Síncope que se acompaña de dolor torácico
- Anomalías en el electrocardiograma o en la exploración física del niño (soplos)
- Síncope brusco sin síntomas previos
- Síncope vagal con episodios recurrentes que afecten a la calidad de vida


¿Qué hay que hacer en caso de síncope?
- Si conoce las situaciones que le causan los desmayos debe evitarlas o cambiarlas. Por ejemplo, no hay que incorporarse bruscamente cuando se está sentado o tumbado. Si el niño se suele marear cuando le sacan sangre adviértalo antes a la enfermera para que le tumbe durante la extracción.
- Cuando el niño comience a sentirse mal debe sentarse o tumbarse de inmediato para evitar el síncope y la caída. Es conveniente que respire lenta y profundamente.
- Si el niño pierde la conciencia es preferible tumbarle con las piernas elevadas y la cabeza de lado para que respire mejor.
- Cuando el malestar y la sensación de debilidad física hayan desaparecido se puede incorporar despacio. Si está tumbado, primero debe sentarse y después de unos minutos levantarse.
- Los niños con tendencia a presentar síncopes deben aumentar la ingesta diaria de líquidos, más aún si hacen ejercicio.

¿Es necesario tratamiento farmacológico?
En el caso de los síncopes de causa cardíaca está indicado iniciar tratamiento, y dependerá en función de las necesidades del niño.
Cuando se hace necesario el tratamiento farmacológico (bien por ser muy recurrentes, bruscos y sin sintomatología previa...) son útiles la midodrina, los betabloqueantes como el atenolol, y la fludrocortisona.

19 de febrero de 2014

El dolor torácico en niños

El dolor torácico es la segunda causa más frecuente de consulta al cardiólogo pediátrico. En los padres suele generar bastante ansiedad, sobre todo al relacionarlo con los infartos isquémicos que suceden en la edad adulta, produciendo muchas veces absentismo escolar, limitaciones en la actividad física de los niños y pruebas complementarias muchas veces injustificadas.

Es más frecuente en la etapa prepuberal y en la adolescencia, siendo las causas más comunes el de tipo idiopático, osteomuscular y el psicógeno. En la segunda infancia el de origen respiratorio es el más frecuente.
En cualquier caso el dolor torácico que tiene su origen en una causa cardiológica es muy raro en la edad pediátrica.


¿Cuales son las causas del dolor torácico en niños?
1. Idiopático (causa más frecuente): es un dolor de tipo punzante, a punta de dedo, que no suele ser muy intenso. Suele autolimitarse, durando pocos minutos, pero puede repetirse a lo largo del día hasta 3-4 semanas. Mejora con el reposo y analgesia.
2. Osteomuscular: originado en ligamentos, músculos y estructura ósea de la pared torácica.
3. Psicógeno: siendo lo más frecuente la ansiedad.
4. Respiratoria: debido a patologías como el asma, neumotórax o a procesos infecciosos (infección respiratoria, neumonía, traqueítis...).
5. Digestivo: reflujo gastroesofágico, gastritis, úlcera gastroduodenal...
6. Cardíaco: arritmias, pericarditis, miocarditis, anomalías estructurales del corazón, enfermedades de la aorta...
En cualquier caso es importante descartar que en la mayoría de los casos el dolor tiene un origen benigno.

¿Cuales son los datos guía?
Hay ciertas características que nos pueden ayudar a diferenciar si un dolor tiene un origen orgánico o por el contrario su causa no es cardíaca.
Son indicativos de origen orgánico: dolor muy intenso, de aparición brusca, que se relaciona con el esfuerzo, que tenga un carácter nocturno y si existen más síntomas o signos que acompañen a este dolor.
Son indicativos de causa no cardíaca: dolor localizado, no relacionado con el ejercicio, que no se acompaña de otros síntomas, que sea variable con los movimientos respiratorios y que se modifique según la posición.


¿Qué pruebas complementarias pueden ser de ayuda?
Simplemente la historia clínica y la exploración física orientan hacia el diagnóstico en la mayoría de los casos. Puede estar indicado en función de los antecedentes personales o familiares, o en función de los síntomas y signos presentes, la realización de una analítica, un electrocardiograma y una radiografía de tórax.

¿Cómo se trata?
El dolor de origen idiopático o el osteomuscular, se tratará con analgesia, antiinflamatorios y reposo relativo. Es importante saber que este tipo de dolor suele ser prolongado en el tiempo (4-6 semanas) no siendo por ello indicativo de gravedad o mala evolución.
En el dolor por un traumatismo es necesaria la inmovilización, el reposo, antiinflamatorios y analgesia.
Los cuadros de origen psicógeno precisan en muchas ocasiones de apoyo psicológico, siendo en algunos casos necesaria la administración de ansiolíticos o incluso la valoración por la Unidad de Salud mental infanto-juvenil.
En los procesos de origen respiratorio será preciso el tratamiento antitérmico (si fiebre), analgésicos, antitusivos o antibióticos (si está indicado) o broncodilatador en caso de asma.
En los de origen digestivo puede necesitarse fármacos procinéticos o antiácidos.

16 de febrero de 2014

Soplos cardíacos en niños

El soplo cardíaco es producido por turbulencias o vibraciones generadas en el corazón o los grandes vasos sanguíneos y que podemos percibir por la auscultación o la palpación.

EL 80% de los niños presentarán algún soplo cardíaco en algún momento de su desarrollo, sobre todo entre los 2 y 6 años de edad. El hecho de que encontremos un soplo NO quiere decir que exista una cardiopatía congénita. En cualquier caso, cuanto más precoz sea la detección del soplo, es decir, cuanto más pequeño sea el niño, más posibilidades de que sí exista.


Debemos tener en cuenta que si un niño con soplo tiene antecedentes familiares de cardiopatía congénita, es más probable que él también la tenga. De igual modo que si existe un hermano afectado. Además, existen enfermedades que se encuentran relacionadas con cardiopatías, como el síndrome de Down, Marfan, Williams, y enfermedades metabólicas como la glucogenosis o la mucopolisacaridosis.

Son soplos inocentes aquellos que se producen durante la sístole del ciclo cardíaco, y que no tienen irradiación. Son leves, y variables con el tiempo y con los cambios de postura, de modo que pueden aumentar en situaciones de anemia, con la fiebre o después del ejercicio. Además no existen otros síntomas ni otros hallazgos en la exploración física del niño.
Los síntomas que nos deben alarmar ante un niño con soplo son alteraciones en la curva de desarrollo ponderoestatural, episodios de cianosis, palidez, sudoración, fatiga con las tomas, cambios en la actividad física de rutina o la presencia de infecciones respiratorias de repetición. Si son niños más mayores podremos valorar si existe dificultad respiratoria, dolor abdominal tras las comidas o tras el ejercicio, palpitaciones o dolor en el pecho.


Cuando nos encontramos con un soplo que no cumple las características de inocente, es cuando debemos valorar remitir al especialista. En cualquier caso, en menores de 2 años y sobre todo en menores de 12 meses, es aconsejable derivar al cardiólogo pediátrico igualmente. La prueba princeps para descartar anomalías del corazón es el ecocardiograma, que puede complementarse con la realización de un electrocardiograma o una radiografía de tórax si fuera preciso.

Lo más probable es que el estudio del corazón sea normal. En ese caso no hace falta seguimiento por parte del cardiólogo a no ser que haya cambios en las características del soplo o si aparecen síntomas de alarma.

21 de enero de 2014

Tics en los niños

¿Qué son?
Los tics son movimientos estereotipados, sin objetivo, inoportunos y absurdos de los músculos. Son involuntarios, aunque el niño tiene cierto control sobre ellos. Generalmente se viven como una pulsión, cuya ejecución produce sentimiento de calma. Se estima que afecta entre el 3-6% de los niños entre los 6 a 11 años.

En los niños los tics pueden adoptar distintas formas, e incluso dentro del mismo paciente, pueden variar a lo largo del tiempo. Se clasifican en tres tipos:
- Tics motores simples: aquellos que incluyen un sólo músculo o grupo muscular.
- Tics motores complejos: aquellos que implican varios grupos elaborados, provocando movimientos elaborados.
- Tics fónicos: vocalizaciones, ruidos simples o incluso lenguaje articulado.


Los tics ocurren muchas veces al día (usualmente en brotes) casi cada día. Suele comenzar antes de los 18 años, generalmente entre los 5 y los 10 años. Causan un disturbio importante que repercute en la vida social, ocupacional y otras áreas importantes de su actividad.

Un hecho muy importante para diferenciarlo de otros movimientos anormales es que el tic es el único movimiento que el niño puede reproducir voluntariamente.

¿Por qué se producen?
Los tics se pueden clasificar, por otro lado en primarios o secundarios.
Los primarios son aquellos que se producen de forma aislada,mientras que los secundarios son aquellos que se asocian a ciertas enfermedades o la toma de algunos medicamentos.
En el caso de los primarios, su causa todavía se encuentra a debate. Se habla de cierta predisposición genética, en cualquier caso serían efecto de un desequilibrio de neurotransmisores.

¿Cual es su evolución?
Los tics suelen desaparecer. Algunos desaparecen antes del año, llamados tics transitorios; otros más duraderos como los tics crónicos o los que se enmarcan en la enfermedad de Tourette, desaparecen también espontáneamente en un 70% de los casos antes de los 17 años.

¿Cómo se tratan?
En casos leves, es suficiente un seguimiento evolutivo. Sin embargo, en casos moderados o graves, en los que los tics crean problemas en el niño o en el entorno escolar, puede estar indicado el tratamiento con pimozide o clonidina, o incluso con risperidona o aripripazol en casos más severos.


Conclusiones
Los tics no ponen en peligro la vida del niño, y en un porcentaje de casos crónicos o en la enfermedad de Tourette son autolimitados.
La base de este trastorno no es psicológica, aunque sí que es cierto que el nerviosismo o la ansiedad pueden aumentar su frecuencia. En cualquier caso son involuntarios, por lo que los familiares deben aceptar el transtorno del niño y no culpabilizarlo.
El tratamiento farmacológico no está indicado de entrada. En caso de que la intensidad de los síntomas lo justifique, podría iniciarse tratamiento, que es únicamente sintomático, no trata la causa.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...