13 de abril de 2013

Alergia e intolerancia a las proteínas de leche de vaca

¿Qué es?
La leche, ya sea materna o una fórmula artificial, constituye el primer alimento con el que el lactante se pone en contacto. No es de extrañar, pues, que durante el primer año de vida sea el alimento responsable del mayor número de reacciones adversas. Es excepcional después de los 2 años de edad.
La alergia a las proteínas de la leche no debe confundirse con la intolerancia a la lactosa, en la que el componente de la leche implicado del problema no son las proteínas si no su azúcar natural (la lactosa).
Por otro lado muchas veces se usan como sinónimo alergia e intolerancia a las proteínas de leche de vaca, pero no implican el mismo concepto. Cuando hablamos de alergia nos referimos a un tipo de reacción de nuestro sistema inmune que aparece pocos minutos después del contacto con la leche. Está implicada en esta reacción la inmunoglobulina E (IgE). Aparecen vómitos propulsivos, diarrea de inicio súbito, o reacciones cutáneas. Por otra parte la intolerancia es un término más amplio e implica manifestaciones crónicas de alergia a la leche de vaca, con manifestaciones menos agudas, como pérdida de apetito, pérdida de peso, vómitos esporádicos, irritabilidad... En este caso no está implicada la IgE.
La alergia suele aparecer después de que el niño comienza a recibir lactancia artificial, ya que las fórmulas adaptadas se fabrican a partir de leche de vaca. Aunque es poco frecuente, algunos lactantes que reciben exclusivamente leche materna pueden sensibilizarse a partir de las proteínas de los lácteos que consume su madre, que pueden pasar en pequeña cantidad a su leche.


¿Cuales son los síntomas de la alergia a proteínas de leche de vaca?
En las alergias típicas suele apreciarse una reacción en la piel (urticaria) pocos minutos después del contacto con la leche, que puede ser en forma de enrojecimiento alrededor de la boca, hinchazón de los labios y párpados (angioedema) o aparición de ronchas (habones) en otras partes del cuerpo. Estas lesiones suelen picar. Las formas más intensas (anafilaxia) afectan a varios órganos y pueden llegar a comprometer la vida del pequeño.
Pueden aparecer también síntomas digestivos, como diarrea o vómitos, que suelen aparecer después de las tomas.

¿Cómo se confirma el diagnóstico?
El primer paso son las pruebas alérgicas. Las tenemos de dos tipos, las cutáneas y los análisis de sangre. La prueba cutánea es el prick test, en el que se aplica sobre la piel unas gotas con extractos de distintas proteínas de la leche de vaca (caseína, betalactoalbúmina y alfalactoalbúmina), siendo positivo si aparece una pequeña roncha en esa zona. Con un análisis de sangre podemos determinar los niveles totales de IgE y la presencia de anticuerpos IgE específicos frente a esas mismas proteínas. Algunas veces es incluso necesario realizar pruebas de provocación para confirmar o descartar el diagnóstico. La prueba de provocación consiste en administrar varias tomas de leche (empezando con tomas muy pequeñas) para comprobar si se reproducen los síntomas.


¿Qué podemos hacer?
La base del tratamiento es excluir de la dieta todo tipo de lácteos y productos que puedan contener proteínas de leche de vaca.
Si se trata de lactantes que todavía reciben leche materna y comenzaron con los síntomas al introducir alguna toma de leche artificial, es preferible que vuelvan a recibir únicamente pecho. A veces es necesario que la madre haga también esta dieta, si se observa que los síntomas aparecen también al tomar pecho.
En los lactantes que toman leches artificiales se debe sustituir la fórmula adaptada normal por una fórmula especial. Lo más habitual es emplear fórmulas hidrolizadas, en las cuales las proteínas están fragmentadas en trozos suficientemente pequeños como para que no sean reconocidas por el sistema de defensa. Otra opción es utilizar fórmulas elaboradas con proteína de soja, fórmulas elementales o de arroz.
En niños ya más mayores que reciben una alimentación más variada, hay que tener en cuenta que además de los lácteos y sus derivados (yogures, queso, etc) muchos alimentos elaborados pueden contener leche, por lo que es importante leer bien las etiquetas con la composición de todos los productos antes de incluirlos dentro de nuestro carrito de la compra.

¿Tiene alguna consecuencia?
En la mayoría de los niños la alergia a las proteínas de leche de vaca es un fenómeno transitorio. A los 4 años de edad más del 80% de los niños con alergia típica ya toleran bien los lácteos. En el caso de las intolerancias con pruebas alérgicas negativas el pronóstico es todavía mejor.
En los niños en los que alergia persiste más allá de los primeros años, se están comenzando a probar tratamientos para inducir tolerancia a la leche administrando de manera progresiva cantidades crecientes de leche. En cualquier caso es una técnica todavía en crecimiento y sobre la que hay que seguir investigando.


¿Se puede prevenir?
Lo más importante a la hora de la prevención es que el niño reciba lactancia materna exclusiva los primeros 6 meses de vida. Debe evitarse también el uso de biberones de ayuda los primeros días de vida si no es estrictamente necesario.
Los niños que tienen una alergia alimentaria, tienen más riesgo de presentar posteriormente alergias a otros alimentos. Por eso se recomienda que cuando se den por primera vez ciertos alimentos (huevo, pescado, frutos secos, fresa... que suelen ser bastante alergénicos) se hagan en pequeña cantidad y de uno en uno, vigilando la aparición de reacciones sospechosas. Lo que es no es útil es retrasar mucho tiempo la introducción de esos alimentos, porque el riesgo de aparición de nuevas alergias no disminuye.

5 de abril de 2013

¿Quieres ser pediatra?

Poco queda para que una nueva tanda de residentes lleguen a nuestros hospitales. A mi correo han llegado algunos emails preguntándome por mi especialidad, buscando una ayuda que les permita encontrar la respuesta correcta a la pregunta más dificil del MIR. ¿Qué especialidad escojo y en donde? Ante todo, y como seguro que ya os han dicho en más de una ocasión, no hay una única respuesta correcta. Las posibilidades son muy amplias, y probablemebte os encontréis igual de encantados en una especialidad u en otra.


La Pediatría es una especialidad médica de 4 años de duración. En mi hospital, siendo R1, rotas por las distintas secciones de planta de hospitalización: lactantes, escolares, preescolares y neonatos. En el segundo año de rotación, repites rotaciones, añadiendo además una visita de 3 meses a Atención Primaria. Siendo R3 ya rotas en las UCIs, tanto pediátrica como neonatal, además de pasar por Consultas Externas. En el último año de especialidad tienes la posibilidad de irte a rotar a otro hospital, eligiendo la especialidad que a ti te convenga o te guste más, durante 3-4 meses. El resto de ese año puedes elegir qué rotaciones te apetece repetir dentro de tu propio hospital.
Quizás sea una especialidad muy amplia para tan poco tiempo. Al fin y al cabo, toda la pediatría y sus distintas subespecialidades, suponen un campo inabarcable para sólo 4 años.

Si te planteas ser pediatra, lo más importante y fundamental es que te gusten los niños. Parece algo obvio, pero en el trato médico-paciente eso se nota. Y es triste ver un pediatra con cara de ogro y el niño gritando sólo por miedo. Saber tratar y llevar a tu paciente pediátrico es fundamental. Siendo sinceros, recuerdo que cuando estaba estudiando medicina salía corriendo en dirección opuesta al ver a un niño, y ahora no podría hacer otra cosa que ser pediatra.


Lo mejor de la Pediatría son los propios niños. Esto hace que sea una especialidad completamente diferente a todas las demás. Ahora cuando camino por las plantas de Hospitalización de adultos, se me antojan muy lúgubres, tristes y grises. Sin embargo el área de Pediatría está llena de color. Intentas llevar el pase de visita como un juego, entre sonrisas y bromas para que la estancia hospitalaria de los más pequeños (y sus padres) sea lo más llevadera posible. Por otra parte, la mayoría de los procesos que sufren los niños son banales y se recuperan como nadie. En Urgencias la mayor parte de las consultas son procesos febriles, toses y mocos, que no suponen mayor problema, por lo que a veces la función del pediatra se basa más en tranquilizar a padres angustiados que aliviar la propia condición del niño. Esto es algo que hay que tener en cuenta: en nuestra especialidad hay dos tipos de pacientes: el niño, y su familia, y tendremos que lidiar siempre con las dos partes.
Lo peor de la Pediatría es la enfermedad grave y la muerte. Actualmente es raro enfrentarse a esta situación extrema en los niños, pero existe. Es duro ver a un niño crítico en la UCI, es duro informar a una familia de que su pequeño tiene cáncer, o comunicarle que a pesar de todos nuestros esfuerzos, no hay nada que podamos hacer para evitar su muerte. Y así, no te extrañes si alguna vez lloras ante el sufrimiento de una madre o de su niño.

Otro punto negativo de la Pediatría son las guardias. ¿Buscáis comodidades, vivir bien y dormir de noche? Esta no es vuestra especialidad. En mi Hospital siendo R1 y R2 las guardias son de puerta, siendo R3 y R4 te mueves más por las plantas y las UCIs. En la Urgencia  ves un niño después de otro. En zonas como la de mi Hospital, que incluye un gran volumen de niños, es un no parar durante toda la guardia. Por la noche se relaja más el asunto, sobre todo en verano, pero siempre llega la mítica laringitis o reagudización asmática nocturna. Por no hablar de ese parto en mitad de la noche al que tienes que acudir rápidamente. No es una especialidad para dormir, desde luego, sobre todo siendo residente.


En mi caso Pediatría fue mi primera opción. Después de finalizar el MIR tenía claro que esa era la especialidad que quería, y también tenía claro que no quería desplazarme más allá de mi comunidad autónoma, así que no tuve que pensar demasiado. Dudé (aunque muy poco) con otras especialidades que me gustaron desde siempre, como la Endocrinología. Se me pasó por la cabeza también la Neurología. En cualquier caso lo tenía bastante claro. Y es que además la Pediatría tiene la ventaja de que puedes asociar dos especialidades en una. Si te gustan los niños y la endocrinología, ¿por qué no subespecializarte en ello?

Una vez tenemos clara nuestra especialidad, la siguiente pregunta es: ¿dónde? Yo lo tengo claro, mejor un hospital grande con un volumen importante de niños. Da igual que sea el hospital de la repera, y veas pocos niños, lo importante es ver, ver y ver niños. Y después seguir viendo. Así es como se aprende. Si estás en un hospital pequeño, seguramente los casos más interesantes tendrán que ser derivados a otro hospital más grande de referencia. Así que si podéis elegir, mejor hacer la especialidad en un hospital de tercer nivel. Pero no os preocupéis, si vuestro número no os permite escoger el primer hospital de vuestra lista, siempre tendréis la opción de hacer la especialidad en un hospital más pequeño y luego ir a rotar fuera en aquellas secciones en donde haya más carencias. Si dudáis entre un hospital donde se publique mucho pero haya pocos niños, y otro donde ocurra lo contrario, mi opción sería la segunda.

¿Si volviera atrás en el tiempo, elegiría otra especialidad? Sin duda: NO. Estoy encantada con la pediatría y sobre todo con los niños. No hay nada más satisfactorio que la sonrisa, el abrazo o el beso de un niño. O simplemente un gracias cuando se van todos felices con su palito. No hay nada como estar presente en los segundos de vida de una pequeña personita. Y nada como el alivio que le ofreces a una madre cuando encuentras el por qué de la enfermedad de su pequeño, o que simplemente estará bien.
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