30 de octubre de 2019

Gripe en niños, ¿vacuna sí o no?

La gripe está a punto de tocar la puerta de nuestras casas. A final de octubre y principios de noviembre arranca la campaña de vacunación, que se realiza todos los años. ¿Debemos vacunar a nuestro hijo?
Antes de nada hagamos un repaso sobre esta enfermedad.


¿Cuáles son los síntomas de la gripe?
La variabilidad de síntomas de la gripe es muy amplia, aunque los básicos en los niños son fiebre alta, tos, mocos, dolor de garganta, dolor de cabeza, malestar general, dolores musculares generalizados, y a veces también vómitos y diarrea.
En los neonatos y bebés más pequeños, puede presentarse como fiebre sin foco, o con síntomas más inespecíficos como apnea y rechazo del alimento.
Las complicaciones de la gripe se pueden presentar en todas las edades, pero son más frecuentes en personas con patologías crónicas o inmusupresión. Las más frecuentes en niños son: otitis media, traqueobronquitis, laringotraqueitis, bronquiolitis o neumonía.

¿Cómo se contagia?
La gripe es una infección producida por un virus, que se caracteriza por su alta contagiosidad. Este se transmite de persona a persona a través de las secreciones respiratorias. Se puede contagiar a través de las gotitas de saliva que se expulsan al toser o al estornudar, a través de los besos o por compartir objetos. También a través de las manos, por eso es tan importante el lavado de las mismas.
Se contagia desde las 24-48 horas antes del inicio de los síntomas hasta 5-6 días después.
Los niños son la principal fuente de propagación del virus de la gripe debido a que presentan una mayor carga viral y excretan virus durante más tiempo que los adultos.

¿Cómo se trata?
El tratamiento de la gripe es sintomático, es decir, su fin es aliviar los síntomas de la enfermedad.
- Mantener hidratado al niño: ofrecer líquidos con frecuencia.
- Antitérmicos y analgésicos como el paracetamol o el ibuprofeno si la fiebre le produce malestar general. No es aconsejable el uso de aspirina ni otros medicamentos que contengan ácido acetilsalicílico por el riesgo de síndrome de Reye. Tenéis un post completo sobre el manejo de la fiebre.
- Reposo. No es conveniente dar al niño "el dalsy" y mandarlo al colegio ni a lugares concurridos. Es bueno para el niño quedarse en casa para recuperarse, y así también evitamos el contagio.
- Recordad que los antibióticos no son útiles a no ser que se produzca una sobreinfección, como una neumonía o una otitis media. La gripe es producida por virus, y los antibióticos solo son útiles en el tratamiento de infecciones producidas por bacterias.

¿Cuándo nos debemos preocupar?
Los . de alarma por los cuales deberemos acudir al pediatra son: 
- Fiebre en menores de 3 meses, siempre.
- Fiebre alta y mantenida durante más de 3-5 días
- Mal estado general o decaimiento
- Aparición de manchas en la piel que no desaparecen al estirar al piel
- Dolor de cabeza intenso
- Signos de dificultad respiratoria: respiración más agitada, se le marcan las costillas al respirar, notas pitos...
- La tos no mejora o empeora con el paso de los días

¿Hay alguna forma de prevenir la enfermedad?
Como os decía, si el niño está enfermo lo ideal es aislarlo y no llevarlo al colegio, parques o lugares donde pueda contagiar a otras personas.
Es conveniente evitar aglomeraciones.
Al toser o estornudar, es conveniente taparse la boca con un pañuelo desechable o con el codo (no con la mano!). Si tosemos en la mano y luego se la damos a alguien, le estaremos contagiando.
Es útil también limpiar y desinfectar a menudo los juguetes y superficies de espacios de superficies comunes, sobre todo si ha habido algún enfermo en el entorno familiar o en la guardería.
Y por último, mediante la vacunación. Cada año se escoge una vacuna en función de la previsión de las cepas que circularán, y se pone en marcha a finales de octubre/principios de noviembre.
Debemos recordar que los virus de la gripe mutan de un año a otro, y por tanto a pesar de haber padecido la enfermedad no nos volvemos inmunes. Lo mismo ocurre con la vacuna, deberemos vacunarnos todos los años para asegurar la protección.


¿Quiénes se deben vacunar?
Cualquier persona que quiera vacunarse puede hacerlo, eso lo decidirán los padres y el pediatra del niño en consenso. Si tienes un niño sano, pero aún así deseas protegerlo de la gripe, no habría problema en hacerlo. Se podrán vacunar todos los niños mayores de 6 meses de edad. De todos modos hay unos grupos de riesgo para los cuales la vacuna de la gripe está especialmente indicada.
El comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría, este año establece los siguientes grupos de riesgo:
- Niños prematuros que hayan nacido antes de la semana 32 de edad gestacional, hasta los 2 años e edad (novedad este año)
- Enfermedades respiratorias crónicas: asma, hiperreactividad bronquial, fibrosis quística, bronquitis de repetición, displasia broncopulmonar...
- Cardiopatías
- Enfermedades neuromusculares crónicas o encefalopatías moderadas o graves
- Enfermedades renales (insuficiencia renal, síndrome nefrótico...) y hepáticas
- Enfermedades reumatológicas
- Enfermedades metabólicas como la diabetes mellitus o errores congénitos del metabolismo
- Enfermedad hematológica moderada o grave
- Asplenia funcional o anatómica
- Enfermedad celíaca
- Niños inmunodeprimidos: oncológicos, a tratamiento con fármacos inmunosupresores o inmunodeficiencias (salvo el déficit de IgA)
- Síndrome de Down
- Desnutrición u obesidad mórbida
- Niños con implantes cocleares
- Fístula de líquido cefalorraquídeo
- Embarazadas en cualquier trimestre de la gestación
- Niños de 6 meses a 5 años institucionalizados o tutelados por la Administración
- Mayores de 65 años
- Profesionales de centros sanitarios y farmacias
Está indicado también que cualquier conviviente o contacto habitual de personas que pertenecen a grupos de riesgo se vacune de la gripe. Así mismo, también los está en caso de convivientes y contactos habituales de lactantes menores de 6 meses de edad. 

¿Cuántas dosis son?
Entre los 6 meses y los 8 años de edad son 2 dosis separadas por al menos 4 semanas. Si en las temporadas anteriores ha recibido dos dosis de la vacuna, entonces solo será necesaria una doss.
A partir de los 9 años es una dosis única cada temporada.
Se administra mediante una inyeccion intramuscular.

Falsos mitos sobre la vacuna de la gripe
La vacuna de la gripe no produce gripe. La vacuna no contiene el virus vivo, si no que se encuentra inactivado, muerto. Por lo que es imposible coger la gripe por la vacuna.
Se puede administrar la vacuna en los niños alérgicos al huevo.

Podéis ampliar toda esta información en la web del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría. Clicka aquí.

27 de octubre de 2019

Cómo hacer un destete de forma respetuosa

Sabemos que la lactancia materna debe ser exclusiva hasta los 6 meses de vida, momento en el que el bebé iniciará la alimentación complementaria. La Organización Mundial de la Salud y la Asociación Española de Pediatría, por poner algunos ejemplos, recomiendan que la lactancia se mantenga al menos hasta los 2 años de vida, y después el tiempo que la madre y el niño deseen.

La teoría así parece sencilla, pero en la práctica pueden surgir muchas dificultades. Un destete puede surgir de forma progresiva y natural, y no suponer ninguna dificultad para ninguna de las dos partes. A veces el destete surge por parte del bebé cuando la madre deseaba continuar. En ese momento la madre vive un sentimiento de "pérdida" que se convierte en un auténtico proceso de duelo. Otras veces el deseo de destete surge de la madre. Si estás leyendo esto probablemente te encuentres en esta situación y no sepas cómo hacerlo. Puede que tengas que empezar a trabajar, os tengáis que separar durante mucho tiempo, tengas alguna enfermedad o o simplemente sientas que haya llegado el momento de parar.


¿Tengo que destetar?
La decisión de destetar, como decíamos, es una decisión que toma una de las partes. La lactancia es cosa de dos. Cuando viene motivado por la madre, hay que recordar que hay ciertas situaciones que no son causa para el abandono de la lactancia, si la madre realmente no quiere dejar de hacerlo. Veamos algunos ejemplos.
- Crisis de lactancia. Puede que tu bebé esté muy demandante, no puedas más y te plantees destetarlo. Puede que se trate de una crisis de lactancia, que son de duración variable, pero transitorias. Una vez que pasen, el niño volverá a la demanda habitual.
- La toma de medicamentos. La mayoría de los medicamentos son compatibles con la lactancia materna, como veíamos aquí. Si tienes duda, consulta siempre www.e-lactancia.org.
- El embarazo. No hay ningún problema con seguir la lactancia durante este momento, a no ser que estemos ante un una situación de riesgo, como una amenaza de aborto. Muchos niños se destetan solos durante el embarazo, ya que la producción de leche puede disminuir o cambiar su sabor. Otros deciden continuar mamando, y lo siguen haciendo tras el nacimiento del nuevo hermano. A esta situación se le llama lactancia en tándem.
- Enfermedad de la madre. Son pocas las enfermedades de la madre que contraindiquen la lactancia materna. Si tienes dudas, acude a un profesional sanitario con formación en lactancia.
- "La leche materna ya no alimenta".  Si alguien te ha dicho que la leche materna ya no nutre a partir del año, no es correcto. La leche materna se adapta a las necesidades del bebé conforme va creciendo, y siempre es la mejor opción frente a otro tipo de leche, como la de vaca.
- "El niño tiene vicio". Esta frase se dirige sobre todo a niños más mayores. Un niño no mama por vicio. El pecho de la madre no es solo alimento, si no que es refugio, conexión y amor. La lactancia prolongada no afecta de forma negativa al desarrollo psicológico del niño. Esta presión social no justifica un destete no deseado.

¿Cuándo es el mejor momento?
También dependerá de las circunstancias. Pero no es recomendable hacerlo en un momento que ya esté suponiendo un cambio para el niño, como por ejemplo el inicio de la escuela infantil, el nacimiento de un hermano o la retirada del pañal. Son momentos en los que el bebé incluso puede volverse más demandante al poder sentirse más inseguro y precisar mayor contacto.


¿Cómo hacer el destete?
Ante esta pregunta lo primero que debemos saber es qué edad tiene el bebé. La situación será completamente diferente si estamos ante un bebé de unos meses o ante un niño de 2 años. Cuando más pequeño sea el bebé,  a priori el destete será más fácil. También dependerá de si queremos hacer un destete total o solo parcial (sobre todo en relación con el destete nocturno). Lo ideal además es que el destete se realice de forma gradual, nunca bruscamente, para que de esta forma sea realice de la forma más respetuosa con el niño. 

En un lactante pequeño, en general menor a los 4-6 meses, se suele recomendar sustituir una toma de pecho por una biberón de leche artificial cada 2-3 días aproximadamente. De esta forma, el bebé se va adaptando al biberón, y el pecho se va adaptando a producir menos leche. A veces los bebés pueden rechazar los biberones, sobre todo cuando se los da la madre. Es normal. Lo ideal es buscar una tetina lo más parecida al seno materno. Si no hay manera de que acepte el biberón, una alternativa podría ser el vaso o vasito de aprendizaje.

En niños más mayores, alrededor de uno y dos años, el tema se complica. Para ellos no es solo alimento, la teta es "suya" y puede que no acepte un "no" por respuesta. Una de las técnicas más comunes es el "no ofrecer, no negar". Es válida sobre todo para los niños que ya no muestran mucho interés en la lactancia. En los más demandantes, que piden pecho a cada hora, no suele resultar eficaz a no ser que hablemos de un objetivo a largo plazo. Es una de las formas menos dolorosas para el niño, pero también la más lenta.
Como el niño ya es mayor, también podemos optar por dialogar con él y negociar. Podemos explicarle que la teta "solo es para dormir" o "solo en casa". También le podemos explicar que la "teta está cansada" y sustituir el momento de la toma por alguna otra actividad en que el niño disfrute con nosotros. Consiste en buscar la distracción del niño, y buscar algo atractivo que haga que se olvide del pecho, como por ejemplo entretenerlo con algún juego divertido, ir al parque, o leer algún cuento.
Podemos optar también por aplazar las tomas, explicándole al niño que le darás pecho por ejemplo "después del parque" o "después de jugar juntos", de esta forma no le estaremos dando un "no" rotundo. Otra forma es ir acortando las tomas, haciéndolas cada vez más cortas, por ejemplo: "contamos hasta diez y soltamos el pecho"



Solo quiero destetar de noche
El destete nocturno suele ser más complicado que el diurno. Para conseguirlo debemos cambiar la rutina de sueño del bebé para que se acostumbre a dormirse de una forma diferente que no sea el pecho. Esto es difícil, ya que si siempre se ha dormido con el pecho, lo normal es que siga demandándolo para ello. Esto lo haremos progresivamente. En este caso es muy útil el "método padre". Es decir, que sea el padre el que atienda al niño durante la noche, y en caso de despertarse, que sea él quien acuda. Para ello, el padre debe incluirse previamente en la rutina de sueño de forma progresiva, estando él también presente cuando lo amamantes o cuando se quede tranquilo después del pecho. En caso de hacer colecho, el padre puede ponerse entre el bebé y la madre.
Si el padre no es una opción, entonces debemos buscar otras formas para dormirlo nosotras. Por ejemplo, si le estamos dando pecho, procederemos a retirar el pezón de la boca antes de que el bebé se duerma. Cuando notemos que la succión no es tan profunda, y el bebé ya está relajado, le quitaremos al bebé el pecho de la boca, para que finalmente se duerma sin él. Si se vuelve a despertar, optaremos por acunarle, acariciarle, cantarle... para que se vuelva a dormir de nuevo. Si vemos que se vuelve a poner nervioso y demanda pecho, se lo podremos ofrecer de nuevo y empezar otra vez. Esto requiere paciencia y práctica, pero resulta efectivo. Intentaremos en este caso también la técnica de acortar la toma.
Si el niño es mayor, podemos explicarle que "la teta se va a dormir" y tras la última toma de la noche darle las "buenas noches" y no volver a darle pecho hasta al día siguiente. Para ayudarnos con esto, el libro "la teta cansada"de Montse Reverte o ·"es un buen recurso para explicar a los niños lo que está sucediendo.
Si hacemos colecho podemos optar a cambiarlo de habitación. A veces el no sentirnos puede hacer que se despiertae menos. Podemos contarle que ya es mayor y que tendrá una cama nueva para el solo. Si tiene hermanos mayores, podemos ofrecerles dormir con ellos si le hace ilusión.
Debemos tener en cuenta que si buscamos el destete para que el niño duerma "del tirón", podemos no tener éxito. El sueño es un proceso madurativo, independiente de la lactancia. Puede que tras el destete siga despertándose bastante de noche.

Sé realista
A veces estas técnicas no son útiles del todo o solo de forma parcial. Debemos mantenernos firmes. No es un proceso fácil, requiere su tiempo y debemos tener paciencia. Ojo con las expectativas. Siempre pretendemos hacerlo de la forma más respetuosa posible con el niño, pero también tenemos que saber que puede que tu hijo llore, palateee o incluso tenga alguna rabieta. Él no ha tomado esa decisión. Debemos ofrecerle nuestro cariño y nuestro amor,  empatizar , acompañarle en ese proceso de "pérdida" y respetar su ritmo. El niño lo acabará aceptando.

¿Y nosotras?
Cuando la lactancia ya está establecida no hay que tomar ninguna pastilla para "cortar la leche". Tampoco es útil vendar o comprimir el pecho. Idealmente el destete debe realizarse de forma gradual para que el pecho se adapte a la disminución progresiva de la demanda. De esta forma nos evitaremos problemas como la ingurgitación mamaria, las obstrucciones y las mastitis. Por eso durante el destete siempre debemos vigilar el pecho. Si sientes que tu pecho se congestiona, saca lo justo para descongestionarlo y aplica frío. Recuerda que la leche puede tardar años en desaparecer.


29 de julio de 2019

Enfermedad mano poca pie en niños

Las infecciones víricas son muy habituales en niños, y la enfermedad mano boca pie, es muy habitual, sobre todo en los mas pequeños. ¿Sabes en qué consiste?

La enfermedad mano boca pie es una infección común y benigna causada por un grupo de virus llamados enterovirus, dentro de los cuales es más frecuente es el Coxsakie A16. Estos virus circulan durante todo el año, pero son algo más habituales en verano y comienzo del otoño. Aunque puede afectar a cualquier edad (incluso en adultos) es más habitual en menores de 5 años.


¿Cuáles son los síntomas?
Suele iniciarse con fiebre, que puede llegar incluso a 39ºC , y que suele durar 1-2 días, acompañado de un cuadro catarral leve. Lo más característico es la aparición posterior de pequeñas vesículas en manos y pies, sobre todo en el dorso, pero que también puede afectar a palmas y plantas. Pueden aparecer también manchitas en la cara y sobre todo alrededor de la boca, así como dentro de la cavidad oral (mucosa bucal, paladar, encías, úvula y faringe), que suelen ser bastante dolorosas. Pueden aparecer también en otras localizaciones, como en nalgas y los brazos.
Las lesiones de la piel suelen desaparecen a los 5-10 días sin dejar cicatrices.
Es habitual la disminución del apetito debido a las molestias de la boca, y malestar general.
El periodo de incubación suele ser entre 3-6 días, tras el contacto con la persona afectada.

¿Cómo se contagia?
Se contagia persona a persona a través de contacto directo: boca, saliva, secreciones de la nariz o las gotitas que se producen al estornudar, hablar o toser. También a través del líquido de las vesículas o a través de las heces.  El virus también puede vivir en objetos que el niño toca, como pañuelos, ropa, toallas, sábanas...

¿Pueden aparecer complicaciones?
Las complicaciones no son habituales, y suele tratarse de una enfermedad benigna. La mayoría de los niños afectados se recupera en 7-10 días sin necesidad de un tratamiento específico.

¿Qué hacer en casa?
El tratamiento será sintomático, ya que la enfermedad se resuelve por sí sola.
Si aparece fiebre que se acompañe de malestar o dolor, podemos administrar paracetamol o ibuprofeno. Es conveniente evitar el uso de aspirina.
Nos podremos de ayudar de geles orales para aliviar las molestias relacionadas con las molestias de las úlceras que aparecen en boca, encías y lengua.
Es muy importante mantener al niño bien hidratado, ofreciéndole líquidos de forma frecuente. Es habitual que el niño rechace el alimento debido a las molestias y el dolor de la boca y al tragar. Elegiremos alimentos blandos (papillas, purés, cremas...) o alimentos o bebidas frías. Evitaremos alimentos salados, picantes, ácidos o muy calientes, ya que pueden empeorar la sintomatología.


¿Cuándo consultar al pediatra?
El pediatra es el que no dará el diagnóstico, ya que este se lleva a cabo por los síntomas del niño, y las lesiones de la piel tan características. No es necesario ninguna prueba más.
Posteriormente debemos consultar si:
- El niño no quiere comer ni beber, por riesgo de hipoglucemia o deshidratación.
- El cuadro dura más de 10 días.
- Si presenta orina oscura o en menor cantidad.
- Si el niño está muy irritable, decaído o tiene dolor de cuello.

¿Puede ir el niño a la guardería?
El periodo de contagio se produce sobre todo al inicio de la enfermedad, por lo que no hay acuerdo sobre la necesidad de aislamiento. Los niños pueden propagar el virus incluso antes de empezar a tener síntomas, y puede eliminarse a través de las heces semanas después de que estos desaparezcan. En general, si el niño se encuentra bien, está sin fiebre, no tiene lesiones vesiculosas abiertas (están ya secas) y come y bebe con normalidad, podría ir al colegio sin problema.

¿Cómo se puede prevenir el contagio?
- Lavados frecuentes de manos, es la medida más importante: sobre todo con el cambio de pañal, y antes de manipular alimentos o preparar el biberón.
- Evitar entrar en contacto con otros niños enfermos (evitar besar, abrazar), compartir alimentos, bebidas, vasos, cubiertos...
- Limpiar, enjuagar y desinfectar juguetes o superficies que hayan estado en contacto con el niño.

¿Puede volver a contraerse la enfermedad?
Sí. Un niño puede contagiarse de la infección varias veces con el mismo tipo de virus (no se produce inmunidad permanente) o virus diferentes que causan esta enfermedad.

¡Oh, dios mío! ¡Se le están cayendo las uñas!
Es muy habitual que tras 4-5 semanas tras la infección, ocurra un despegamiento y caída de las uñas de las manos o de los pies, completamente indolora. No pasa nada, y no hay motivo por el que preocuparse. Las uñas volverán a crecer con normalidad.

9 de julio de 2019

Qué crema solar elegir

Ya hablamos sobre la importancia de la protección solar en niños, y de algunas estrategias que podemos utilizar en nuestro a día a día para limitar la exposición al sol, aquí.

Una de las medidas era el uso de las cremas solares.

¿Qué es un fotoprotector?
Los fotoprotectores son aquellas sustancias que absorben y filtran la radiación UV (lo que evita su penetración hacia la epidermis y la dermis), dispersan y reflejan las radiaciones. Son una medida fundamental de protección frente a las radiaciones UV, y su utilización es muy importante y necesaria.
Existen diferentes tipos de protectores solares:
- Filtros físicos o inorgánicos.
- Filtros químicos u orgánicos
- Filtros mixtos (combinación de filtros físicos y químicos)

Los filtros físicos o inorgánicos actúan como una barrera física, absorbiendo y dispersando la radiación UV, impidiendo que penetre en ella. Son fundamentalmente el óxido de zinc y el dióxido de titanio. Como inconveniente de este tipo de protectores, es que la su cosmética no es tan buena como los protectores solares a base de filtros químicos, por lo que algunos son como una pasta que puede ser dificil de extender y pueden dejar un halo blanquecino. Si bien es cierto que estos productos han mejorado mucho, y los hay muy buenos y gustosos de aplicar. Estos filtros no son irritantes ni sensibilizantes, ya que se trata de polvos inertes, por lo que se usan como primera elección en niños con historia de alergia a los fotoprotectores.

Los filtros químicos actúan absorbiendo la radiación solar y la transforma en otro tipo de energía que no provoca daño en la piel. Existen diferentes tipos en el mercado, como los cinamatos, las benzofenonas o los salicilatos. Tienen como ventaja que cosméticamente son más tolerables ya que se esparcen mejor, y sin incoloros, por lo que no dejan esa capa blanquecina cuando se aplican. Aunque en general son seguros, en niños pequeños o atópicos, por la especial sensibilidad de su piel, puede dar lugar a irritaciones o alergias.
Generalmente se usan combinaciones de varios para proporcionar estabilidad, seguridad y efectividad a los fotoprotectores. Suelen contener de 2 a 6 filtros solares que se conocen como fórmulas de filtros solares combinados que protegen frente a la mayoría de las raciones del espectro UV que afectan.


¿Qué es el factor de protección solar?
El Factor de Protección Solar o FPS mide la eficacia del protector solar frente a una quemadura. Nos indica el número de veces que el protector solar es capaz de aumentar la capacidad de defensa de nuestra piel frente al eritema o enrojecimiento que sucede previo a una quemadura. Esto significa que si una persona puede estar 15 minutos bajo el sol sin quemarse, con un protector solar con SPF 15 por ejemplo, esta protección se multiplicaría por 15 (10x15=150 minutos). Pero es importante recalcar que, para que esto sea así, es necesario aplicar la cantidad correcta de producto y con la antelación necesaria, como veremos más adelante.
El valor máximo de un protector solar es 50+. Se establece este límite máximo porque el incremento de protección solar por encima de este número es prácticamente nulo. El sistema de numeración de los FPS mide sobre todo la protección frente a UVB. El sistema de numeración de los FPS no es lineal: en los factores bajos de protección la actividad real del producto se incrementa considerablemente y en los valores altos los aumento de los FPS representan incrementos mínimos de protección. Y sí, quizás encontraréis algún protector solar que indique que tiene un SPF incluso de 100, pero simplemente es que no siguen la normativa vigente (que en este caso no de es obligatorio cumplimiento), ya que protegerían igual que un SPF50+  y simplemente es cuestión de marketing.
¿Y por qué hay que reaplicarlo cada 2-3 horas? Porque como dijimos el FPS es un valor que se refiere a la protección frente a los UVB, pero no a la radiación UVA, cuya protección es más variable y no está cuantificada. Si en el etiquetado aparece la palabra UVA rodeada por un círculo, indica que la protección contra este tipo de radiación es al menos 1/3 de la protección que nos ofrece frente a los rayos UVB. Además, el FPS se calcula en unas condiciones de laboratorio. En la vida real, hay diferencias en torno al índice UV que varía a lo largo del día, del año, en función de la latitud geográfica, y en diferentes en función del fototipo de piel (las pieles claritas se queman antes), etc. .

Qué fotoprotector elegir según la edad
A los bebés menores de 6 meses no se les debe poner ninguna crema solar. Es más, debe evitarse la exposición solar directa. Así lo dice la Academia Americana de Pediatría, la FDA y otros organismos oficiales. La piel de los bebés es muy sensible, más permeable y delgada, por lo que es más probable que absorban los productos químicos que contienen las cremas solares, y con ello también más probabilidades de reacciones cutáneas y alergias. Si queremos protegerlos que sea mediante la propia ropa, un buen gorrito y mucha sombra.
A partir de los 6 meses y hasta los 3 años, optaremos por los filtros físicos, aunque debajo de los 3 años de edad también se recomienda limitar las exposiciones solares.
A partir de los 3 años ya se podrían usar también los filtros químicos o mixtos.


Cómo usar bien un fotoprotector
Recordad que siempre debemos buscar un protector solar con un SPF alto, al menos de 30 y preferiblemente 50 y de amplio espectro, es decir, que filtre tanto los rayos UVA como los UVB (UVA-UVB).
El uso correcto del fotoprotector es fundamental para que sea efectivo. Debe aplicarse con la piel bien seca. La mayor efectividad se consigue aplicándolo generosamente de 15 a 30 minutos antes de la exposición solarreaplicándolo en zonas fotoexpuestas cada 2-3 horas o tras actividades físicas intensas que puedan eliminarlo de la piel, como  nadar, sudar excesivamente o limpiarse con la toalla. Un secado enérgico con la toalla puede eliminar hasta un 85% del producto. La reaplicación del producto incrementa de 2 a 3 veces la protección frente al sol.
La reaplicación tras la inmersión en agua es necesaria, aunque el filtro sea impermeable o resistente al agua. Se define como resistente al agua (wáter-resistant) cuando el FPS se mantiene después de 40 minutos de inmersión y se define como impermeable (waterproof) cuando es efectivo después de una inmersión de 80 minutos.

¿Qué cantidad aplicar?
Es importante recordar que para que la fotoprotección sea efectiva hay que aplicar la cantidad suficiente de crema.  ¿Y cual es esa cantidad? Unos 2 mg/cm2, que es la que se usa en el laboratorio para medir su eficacia. La mayoría de nosotros echamos poca cantidad con respecto a la que se considera necesaria para conseguir la protección que indica el bote (entre 0.5 y 1.3 mg/cm2) por lo que en las condiciones reales el FPS alcanzado es considerablemente menor que el esperado, y en muchos casos corresponde del 20 al 50% indicado en el producto.
De forma práctica, aplicaríamos una cucharadita de café por cada zona corporal: 1 para cara y cuello, 2 para pecho y abdomen, 2 para toda la espalda, 1 para cada brazo y 1 para cada pierna: 9 en total.
Se debe aplicar el protector en todas las zonas expuestas, sin olvidarnos de zonas como la orejas, la nuca, las manos, los pies o los labios.
Las formas farmacéuticas son también importantes. Las formulaciones actuales incluyen cremas, geles, spray, espumas y lociones, que determinan la resistencia, la permanencia del producto en la piel la cosmética. Quizá con métodos como los sprays, las brumas o los geles nos apliquemos menos cantidad de la necesaria para conseguir la protección completa, por lo que en niños es preferible usar otros métodos.

¿Puedo usar el fotoprotector solar del año pasado?
Muchas veces sobra crema solar de un año para otro, y nos puede surgir la duda de si se podrá reutilizar o no. En estos casos, debemos fijarnos en el símbolo P.A.O (Period After Opening), y lo encontrarás en el envase de tu protector representado con la forma de un bote de crema abierto, donde dentro aparece un número seguido con una M.


El número del interior nos indica la cantidad de meses que dura el producto en perfecto estado una vez que lo hemos abierto. Normalmente los protectores solares tienen una duración de 6-12 meses. Si el protector solar está sin estrenar, nos fijaremos en su fecha de caducidad.
En el caso de usar un protector solar cuando se haya superado el valor del P.A.O, puede no ejercer correctamente su función, y el producto ya no nos asegura la protección que aparece en el envase, corriendo además riesgo de sufrir algún tipo de irritación en la piel al no encontrarse ya en las condiciones óptimas.
Si además el protector solar ha estado sometido a altas temperaturas (playa, interior del coche, etc) lo mejor es que lo tires y compres uno nuevo.

¿Y la vitamina D?
Una de las preocupaciones que puede surgir en esto de proteger tanto la piel es si con esto estamos disminuyendo su producción. Recordemos que la vitamina D no se consigue tanto por la alimentación, si no con la exposición al sol. La evidencia científica disponible a día de hoy indica que el uso de fotoprotectores no afecta a los niveles de vitamina D en la población general. Quizá se deba a que nadie usa bien al 100% el protector solar, ya que se echa en cantidades insuficientes en general y no por debajo de la frecuencia recomendada. En cualquier caso no hay estudios científicos elaborados específicamente en edad pediátrica.


Fuentes: http://aedv.es/wp-content/uploads/2015/04/dossier_campana_cancer_piel_ok.pdf
              https://www.analesdepediatria.org/es-actualizacion-fotoproteccion-infantil-articulo-S1695403309003683

3 de julio de 2019

Protección solar en niños

Se acerca el verano y el sol empieza a apretar fuerte. Los niños constituyen una población especialmente sensible a los daños solares, ya que sus mecanismos de defensa son menos eficaces,  por eso es muy importante protegerlos. A corto plazo, el sol puede producir quemaduras, y a largo plazo, hiperpigmentación, fotoenvejecimiento y cáncer de piel.


Debemos tener en cuenta que entre el 50-80% de la exposición solar de nuestras vidas ocurre en los primeros 20 años. Los efectos de la radiación ultravioleta son acumulativos e irreversibles. Los estudios científicos demuestran que existe relación entre la exposición a rayos ultravioletas y quemaduras solares, con el riesgo de desarrollar cáncer de piel en la edad adulta. Esto nos tiene que servir para entender la importancia que tiene la fotoprotección en la infancia. Y sobre todo sabiendo que los niños reciben el triple de radiación solar que los adultos.
Esto adquiere mayor relevancia en los niños más pequeños, cuya piel es mas fina, tienen menores niveles de melanina, y por tanto mayor susceptibilidad al sol.

Tipos de radiación ultravioleta
De forma muy simplificada, podemos decir que existen dos tipos de radiaciones ultravioletas: UVA y UVB. Los rayos UVA se asocian más con el fotoenvejecimiento o envejecimiento prematuro de la piel, mientras que los rayos UVB se relacionan con los eritemas y quemaduras solares, y cáncer de piel.
Además, la cantidad de radiación UV que llega a la superficie terrestre varía en función de la horaria del día (mayor radiación entre las 11 y las 16 horas), la estación del año (en verano mayor intensidad), la latitud geográfica (mayor cuando más cerca del ecuador), las nubes y la polución (disminuyen la cantidad de radiación) y la capa de ozono (llega mayor radiación en aquellas zonas con una capa disminuida).


Medidas de protección solar
La fotoprotección tiene como objetivo la prevención del daño que la radiación UV realiza en la piel. Las medidas de fotoprotección son aconsejables a todas las edades, pero en la población infantil y juvenil deben ser más intensas, ya que los niños son más susceptibles que los adultos a las radiaciones UV.  La fotoprotección incluye todas aquellas medidas que se pueden instaurar para proteger la piel de la agresión producida por la exposición solar. Entre las estrategias de fotoprotección más importantes, de acuerdo con las guías nacionales e internacionales, se encuentran:
- Evitar la exposición solar en las horas centrales del día, sobre todo entre las 11 y las 16 horas. Quizá le medida más importante.
- Evitar exposiciones solares prolongadas.
- Buscar sombras o utilizar sombrillas.
- Utilizar ropa de manga larga, gorros de ala ancha y gafas de sol.
- Utilizar cremas con filtros solares.
- Protegerse también en días nublados, porque la radiación UV puede atravesar las nubes
- Protegerse del sol aunque la piel esté bronceada, porque aún así puede quemarse.


La medida más importante consiste en desarrollar comportamientos fotoprotectores saludables evitando o disminuyendo el tiempo de exposición a la radiación solar. Es aconsejable disminuir las actividades al aire libre en los periodos centrales del día, aprovechando los lugares sombreados y evitando la exposición solar intencionada. Es importante recordar que las sombras y los árboles reducen la radiación UV directa, pero no la indirecta emitida por las superficies circundantes, como el agua, la arena o la nieve.  La hierba refleja un 3% de la radiación solar, el agua un 5%, pero la arena seca refleja un 17% y la nieve hasta un 85%.
Una regla que puede ayudar a saber cuándo se debe poner más empeño en evitar el sol, es la regla de la sombra. El sol es más peligroso cuanto más pequeña es la sombra del niño en relación con la altura. El riesgo es menor cuando el tamaño de la sombra es mayor.
Si se va a estar expuesto al sol, es conveniente cubrir la mayor parte del cuerpo posible de las radiaciones solares mediante la utilización de ropa, mejor si esta es de manga larga. Hay tejidos especiales que llevan materiales con protección solar. El factor de protección UV (FPU) es la medida de transmisión de radiación UV a través del tejido, y sería algo similar al factor de protección solar de las cremas (FPS). Por ejemplo, un factor 50 UPF indica que la prenda deja pasar a la piel 1/50 de radiación solar, es decir, un 2% de toda la radiación que llega al tejido. En el etiquetado debemos buscar las siglas FPU, que es un índice de protección estandarizada  a nivel mundial seguido del número que índice el factor de protección.  Las prendas que indican su FPU han sido testadas para conocer cual es la cantidad exacta de radiación solar que consiguen bloquear, siendo necesario presentar estudios que indiquen esta eficacia para poder salir a la venta. Lo ideal sería un FPU 50+.
En cuanto a la ropa tradicional, el nailon, la seda y el poliéster tienen mayor factor de protección que el algodón, la lycra o el lino. Para que os hagáis una idea, una camiseta de algodón protege 12 UPF, y unas medias de lycra, solo 2 UFC. La protección es mayor cuanto menores son los espacios entre los hilos y cuanto mayor es el peso y el grosor del tejido. De forma práctica, podemos hacernos una idea de cuánto sol dejan pasar algunas prendas viendo la consistencia de la sombra que consiguen proyectar sobre el suelo al extenderlas bajo el sol, o bien observando cuanta luz deja pasar a su través la prenda, al extender su tejido estirado contra el cristal de una ventana iluminada por el sol.
Las prendas brillantes, como la seda, reflejan más el sol que las prendas mates. Y los colores oscuros, bloquean más radiación que los claros. También que tener en cuenta que la ropa mojada, pegada al cuerpo, protege menos frente a la radiación solar. ¿Os acordáis de la camiseta de algodón de antes? Puedes húmeda su protección no llega a 8 UPF.
Otra pantalla física importante para la protección de la cara y el cuello son las gorras y los sombreros, cuyo uso es especialmente importante en los niños. Ofrecen mayor protección cuanto mayor sea el área que cubran. También hay algunos materiales con protección solar incorporada. Las gafas de sol protegen los ojos y las regiones perioculares y deben tener filtros solares homologados para esta edad infantil.
También debemos tener en cuenta que los cristales de la ventanas filtran la radiación UVB, pero dejan pasar los UVA y la luz visible.

Si queréis información sobre las cremas solares para niños, pinchad aquí.




Fuentes: http://aedv.es/wp-content/uploads/2015/04/dossier_campana_cancer_piel_ok.pdf
              https://www.analesdepediatria.org/es-actualizacion-fotoproteccion-infantil-articulo-S1695403309003683

11 de mayo de 2019

Cómo dejar el chupete

El chupete, cuando el bebé es muy pequeño, se convierte en nuestro gran aliado. Consuela al pequeño, le proporciona confort, le ayuda a dormir... ¡Es una maravilla! Pero cuando llega el momento de quitárselo, empiezan los problemas. El niño se niega, llora si no se lo damos, no consigue conciliar el sueño... Quitar el chupete se convierte en una odisea. Y sí, hay niños que llevan ese momento con mucha naturalidad y prácticamente no lo echan de menos. Pero probablemente si ese ha sido tu caso, no estarías aquí, ¿verdad?


Aunque no existe un consenso sobre el momento ideal para quitarlo, generalmente se recomienda la retirada del chupete en torno a los 2 años de edad. Su uso continuado más allá de esta edad podría dar lugar a alteraciones dentarias como la mordida abierta o la mordida cruzada.

Por eso tenemos que armarnos de paciencia e imaginación a la hora de quitar el chupete. Aquí van algunos trucos e ideas:

  • Si usa mucho el chupete, tanto de día como de noche, puedes reducir poco a poco su uso. En situaciones donde preveáis que puede pedirlo, intenta distraerlo con otras actividades.
  • Ve preparándole: antes de que llegue el día ve explicándole que "ya es mayor" y que deberá dejar el chupete. Puedes leerle algún cuento relacionado con la idea para que sepa qué es lo que va a pasar y cómo se va a sentir.
  • Sé creativa y busca una excusa divertida para dejarlo: quizá haya nacido algún bebé en la familia. Es el motivo perfecto para "regalar" todos los chupetes al nuevo miembro de la familia; Si coincide en Navidad, dejárselo a Papá Noel o los Reyes Magos; Pagar con chupetes un juguete nuevo...etc. Cualquier idea es buena, y cuanto más divertida, y más implique al niño, mejor. Después habrá algún momento en que el niño eche de menos el chupete. En ese caso debéis recordarle lo sucedido y no volver atrás. 
  • Sustituid el chupete por otra alternativa: si lo usa para dormir por ejemplo, podéis establecer otras rutinas como leer un cuento, cantar una nana, acompañarle de un peluche u otra figura de apego. 
  • Si se enfada o llora por no tener el chupete, no le riñas ni le grites por ello. Tampoco lo compares con otros niños. Acompáñale en el proceso desde el respeto. Sé paciente y comprensivo. 
¿Se os ocurre alguna idea más para dejar el chupete? ¡Ánimo en el proceso!


17 de febrero de 2019

Mi bebé está estreñido

La primera pregunta que quiero hacer es... ¿Seguro que tu bebé está estreñido?
Muchas veces los padres tienen una falsa percepción sobre el hábito intestinal de sus bebés, y en realidad, estamos ante "falsos estreñimientos" o variaciones fisiológicas  "normales" de las deposiciones, que se pueden percibir como un problema pero realmente no lo son.

  1. En primer lugar es necesario saber que en un bebé amamantado puede considerarse normal desde la evacuación frecuente (incluso de 10 veces al día las primeras semanas, con heces blandas, semilíquidas o grumosas), hasta 15 o más días sin hacer deposición, siempre que no haya molestias, durante un periodo transitorio entre el segundo y cuarto mes de vida. 
  2. Los niños que reciben lactancia artificial suelen tener un ritmo intestinal distinto con respecto a los que reciben leche materna, ya que la artificial favorece el estreñimiento. Cuando a un niño previamente amamantado se le da un biberón con fórmula las heces suelen hacerse más firmes y menos frecuentes, y no por ello estar estreñidos. 
  3. En bebés pequeños son frecuentes los "pujos". Están un buen rato apretando, se ponen rojos, a veces incluso lloran, hasta que consiguen hacer deposición. Pero esta no es dura, si no que incluso líquida. A esta situación se le llama "disquecia del lactante". Esto se produce porque el bebé no consigue coordinar la musculatura abdominal con la relajación del esfinter anal externo. Es como si empujaran pero con la compuerta cerrada. El bebé tiene que "aprender" a hacer deposición, y coordinar estos movimientos, y a veces puede tardar unas semanas. Pero esto no significa que esté estreñido. 
Si las heces son duras, y el lactante además manifiesta mucho malestar y una eliminación dificultosa puede justificarse la introducción de cambios en la dieta, bien mediante variaciones de la alimentación complementaria, o bien con el cambio a una leche artificial con fórmula "antiestreñimiento". 
La práctica de estimulación rectal, la administración de supositorios, enemas y laxantes orales están desaconsejados en estas edades. Las infusiones comerciales y algunos preparados "naturales" y remedios caseros tampoco tienen eficacia probada. 

15 de febrero de 2019

¿Por qué se produce el estreñimiento?

El dolor que se produce con la deposición es una experiencia desagradable para el niño, que intentará evitar a toda costa. Este dolor puede producirse por hábitos dietétitos inadecuados, como una alimentación baja en fibra y escasa ingesta de agua, situaciones de tensión emocional, algunos fármacos, miedo a defecar o falta de tiempo.


Cuando el niño siente las ganas de hacer deposición y se niega a hacerla por el motivo que sea, lo que hace para ello es contraer el esfínter anal externo de forma voluntaria:"retiene la caca". Esta masa fecal queda acumulada en la ampolla rectal. Cuando esto se produce repetidamente "tengo ganas de hacer caca --> retengo la caca --> se acumula en el recto", lo que ocurre es una distensión progresiva del recto, pudiendo incluso llegar hasta el colon descendente, reteniendo todavía más cantidad de heces.
Cuanto más tiempo se mantenga ese bolo fecal ahí, más agua se absorberá, y por lo tanto las heces se harán más duras. Con ello, se hará más difícil su eliminación ya que se "impactará", pudiendo producir dolor abdominal. A veces lo que ocurre es que hay tal cantidad de heces en el recto, que finalmente acaba expulsándose por "rebosamiento", el niño mancha el calzoncillo o "se hace caca" sin darse cuenta: es lo que se llama encopresis.

Debemos evitar entrar en este círculo vicioso de "dolor al defecar / retención / acumulación de heces cada vez más duras / más dolor al defecar" con el tratamiento adecuado, que se basará en medidas conductuales, dietéticas y en el uso de preparados farmacéuticos si es necesario. Podéis echar un vistazo al tratamiento del estreñimiento aquí.


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14 de febrero de 2019

Las bronquiolitis

Las bronquiolitis nos traen de cabeza tanto a pediatras como a padres. En invierno son una de las patologías que más vemos en bebés en la consulta, y además son motivo frecuente de ingreso hospitalario durante el invierno .


¿Qué son las bronquiolitis?
Se llama así al primer episodio de infección respiratoria que afecta a vía pequeña de un niño menor a 2 años. La parte del sistema respiratorio que se afecta son los bronquiolos, que se inflaman y se llenan de moco. Esto hace que se produzca una obstrucción a la entrada de aire, y da lugar a los "pitidos" o sibilancias que escuchamos con el fonendoscopio, y que incluso los padres podéis escuchar si acercáis el oído al pecho de vuestros hijos.
Son infecciones producidas por virus, siendo el agente causal más frecuente el virus respiratorio sincitial (VRS). Otros virus son el de la gripe, el rinovirus, el adenovirus o el parainfluenza.
En adultos o niños más mayores la misma infección suele cursar como un cuadro catarral sin mayores complicaciones, pero los niños pequeños al tener unas vías respiratorias más pequeñas, se obstruyen con más facilidad.
Es una enfermedad muy habitual, ya que 1 de cada 3 niños la padecen. Es especialmente frecuente entre los 2 y 6 meses de edad.

¿Qué síntomas produce?
Inicialmente parece un cuadro catarral, aparece moco nasal, tos leve y a veces fiebre.  Progresivamente la tos empeora y puede aparecer dificultad respiratoria, que podemos diferenciar de la respiración normal porque al niño se le marcan las costillas al respirar, o respira "levantando" el abdomen. Esto es debido a la incapacidad de los pulmones para llenarse con normalidad, que se ayudan de los músculos intercostales y abdominales para conseguirlo. Además la respiración se vuelve más rápida y agitada. Muchas veces también rechazan las tomas debido a la fatiga.
En general las bronquiolitis tienen una duración de unos 7-10 días, pero la tos puede durar incluso un mes.
Suelen ser más graves en los bebés más pequeños, en los prematuros, y en casos de inmunodeficiencia, enfermedad respiratoria de base o cardiopatía congénita.

¿Cómo se diagnostica?
No hay ninguna prueba para diagnosticar la bronquiolitis. No hace falta ninguna prueba complementaria de tipo radiológico ni analítico. El diagnóstico nos lo dará la auscultación. Existen algunas pruebas microbiológicas que se hacen en el moco nasal que nos ayudarán a determinar el agente causal.


¿Cómo se trata?
Lamentablemente a día de hoy no hay ninguna medicina o fármaco eficaz para combatir esta infección. La bronquiolitis debemos pasarla, y el tratamiento estará dirigido a aliviar los síntomas.
En las bronquiolitis serán fundamentales medidas de soporte y cuidados generales:
  • Hacer lavados nasales con suero salino fisiológico si hay mucha congestión nasal, sobre todo antes de las tomas y antes de dormir. 
  • Mantener al niño bien hidratado, ofreciendo líquidos (agua o leche) de forma frecuente. Suelen tolerar mejor tomas más pequeñas pero más frecuentes. 
  • Posición semiincorporada, unos 30 grados, esto les ayuda a respirar mejor. 
  • Si tiene fiebre se pueden dar antitérmicos si es necesario. Puedes revisar el tratamiento de la fiebre aquí
  • En cuanto al empleo de fármacos, si revisamos la literatura científica resulta bastante desalentadora. El uso de broncodilatadores como el salbutamol (Ventolin) o los corticoides orales no está demostrado que mejore su evolución. Sin embargo, si vuestros hijos han tenido algún episodio de bronquiolitis sabréis que muchas veces estos se usan. Su uso debe ser individualizado, ya que algunos niños sí que mejoran con ellos. 
  • Los jarabes mucolíticos o antitusígenos no están indicados y pueden ser perjudiciales.
  • Los antibióticos son solamente útiles en caso de infección bacteriana, por lo que en este caso no juegan ningún papel, ya que son infecciones producidas por virus.

¿Cuáles son los signos de alarma?
  • Dificultad respiratoria: respiración muy agitada o rápida, las costillas se marcan, se hunde el cuello, se mueve mucho el abdomen... en los bebés más pequeños, esta dificultad respiratoria puede no ser tan evidente, y pueden aparecer apneas (cese de la respiración durante unos segundos).
  • Color azulado alrededor de los labios o uñas. 
  • Rechazo de la alimentación: es normal que coman menos de lo habitual durante el proceso, pero si come menos de la mitad de lo habitual, es aconsejable acudir al pediatra. 
  • Mal estado general, decaimiento, somnolencia. 

¿Cómo se puede prevenir?
Una vez tenemos tos y mocos no hay forma de evitar que desencadene en una bronquiolitis si esto iba a ocurrir. Así que eso de "dame algún medicamento para evitar que vaya a más" no sirve de nada. Ningún fármaco evita esta progresión. Lo que sí es cierto es que hay varios factores que podemos controlar como son:
  • Lavado de manos frecuente.
  • Evitar contacto con personas enfermas. Para un adulto la infección puede ser un simple resfriado común, pero en el lactante, sobre todo en los más pequeños, la enfermedad puede ser mucho peor.
  • Evitar la exposición al tabaco. Ya que el humo del tabaco empeora la evolución de las bronquiolitis, así como de otros cuadros de bronquitis de repetición como en caso de asma. Así que ya sabéis, no fumar en casa.
  • Promover la lactancia materna, ya que es un factor protector contra esta enfermedad.

Si ha tenido una bronquiolitis, ¿significa que será asmático?
Los niños que han tenido una bronquiolitis tienen más riesgo sufrir episodios similares, es decir, tener episodios de tos con pitos en el pecho y/o dificultad respiratoria asociados a catarros o infecciones respiratorias. Y aunque en la práctica muchas veces se llaman "bronquiolitis" a los distintos episodios, técnicamente se denomina de esta manera al primer episodio. Los siguientes episodios se denominan "sibilancias recurrentes del lactante", "hiperreactividad bronquial" o "bronquitis". Suele pasar los primeros 3-4 años de vida, sin que esto signifique que serán asmáticos. Sí que es cierto que hay un grupo de niños, genéticamente predispuestos, que podrían desarrollar asma posteriormente.
Si las crisis son muy repetidas, a veces se puede prescribir medicación que ayuda a prevenirlas, de modo que aunque no previene las recaídas al 100%, puede espaciarlas y/o hacerlas menos graves.

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10 de febrero de 2019

¿Cual es el mejor yogur para mi hijo?

El yogur es un alimento nutricionalmente interesante para la población infantil, ya que tiene una densidad calórica baja, una buena proporción entre los distintos macronutrientes (hidratos de carbono, grasas, proteínas de alto valor biológico), tiene calcio fácilmente absorbible para nuestro organismo, así como otros minerales y vitaminas liposolubles. Tiene muy poca cantidad de lactosa, por lo que es una buena opción para aquellos niños con intolerancia a la lactosa que no quieran renunciar a los lácteos. Además, al ser un producto fermentado, es más fácil de digerir y tolerar.


Cuando vamos al supermercado, a veces podemos sentirnos abrumados por la oferta tan grande que tenemos en estos productos lácteos: yogures azucarados, edulcorados, con frutas, cereales, de sabores, líquidos... Pero si nos ponemos a mirar listas de ingredientes y tablas nutricionales, veremos que las opciones saludables son las minoritarias.

¿Cual será el tipo de yogur ideal para nuestros hijos? 
El YOGUR NATURAL sin azúcar. Sí, el de toda la vida. Para saber qué yogur elegir debemos mirar dos cosas. Primero, la lista de ingredientes. El más adecuado será aquel con los ingredientes más básicos: leche, fermentos lácticos, y ¡poco más! Y en segundo lugar, la tabla nutricional. Un buen yogur, tendrá entre 4-5 gramos de azúcares por cada 100 gramos. Mayores cantidades nos podrían estar indicando que tiene azúcares añadidos, además de los naturalmente presentes.


Otra buena opción son los yogures griegos. Son algo más calóricos, por lo que su consumo debería ser algo más ocasional.
No es necesario que los yogures sean desnatados. Mejor que sean elaborados con leche entera.
Otras opciones como "El primer danone", Danonino, y en general aquellos que tengan la coletilla de "infantil" o "junior" suelen tener demasiados azúcares. Recordad leer siempre etiquietas.

¿Y si no le gusta el sabor?
Algunos podréis decir que estos yogures tienen sabor ácido y que no les gustan a vuestros hijos. Lo ideal es ir acostumbrando el paladar a los sabores reales, sin necesidad de endulzar. Pero en cualquier caso siempre podremos añadir fruta en trozos o triturada. Recordad que la miel no debe darse antes del año de vida para endulzar, por riesgo de botulismo.

¿A qué edad se puede ofrecer el yogur?
Debemos saber que si un niño recibe lactancia materna, o en su defecto artificial, no necesita más lácteos a mayores. Por ello es recomendable esperar al menos hasta los 9 meses, momento en que se puede empezar a ofrecer en pequeñas cantidades.

¿Y si no quiere yogur?
Recordad que los lácteos no son la única fuente de calcio. Son alimentos interesantes, sí, pero no son imprescindibles en la alimentación de los niños ni de los adultos.

25 de enero de 2019

Fiebre en niños

Ahora con las guarderías, los colegios y la llegada del frío, los virus vuelven a ser protagonistas, y con las infecciones muchas veces viene la fiebre. Así que, que mejor momento para recordar algunos datos sobre ella y que no cunda la "fiebrefobia" cuando nuestros pequeños estén enfermos.


¿Qué es la fiebre?
Se trata de un síntoma - que no una enfermedad - que consiste en tener una temperatura axilar mayor a 38 grados. Hablamos sin embargo de febrícula cuando la temperatura se encuentra entre 37 y 38 ºC.
El aumento de la temperatura corporal no es más que una herramienta que tiene nuestro organismo para defenderse. Y es que se ha comprobado que la fiebre es un mecanismo fisiológico para aumentar la eficacia de nuestro sistema inmunitario: dificulta el crecimiento bacteriano y la replicación viral. Así pues, lejos de ser nuestra enemiga, puede resultar incluso nuestra aliada.

Fiebre no es siempre sinónimo de infección. Por ejemplo, en niños muy pequeños un sobreabrigo puede aumentar su temperatura corporal. Así mismo algunas vacunas, pueden también incrementarla

Si tiene fiebre alta, ¿es perjudicial? ¿Puede convulsionar?
Es importante recordar que la fiebre en sí no es mala. No produce daño cerebral, ni ceguera, sordera o muerte. 
Sí que es cierto que un pequeño porcentaje de niños tiene predisposición a tener convulsiones por fiebre, pero su tratamiento con antitérmicos no las evita. Existe más probabilidades de tener una convulsión febril si hay historia familiar de convulsiones febriles (por su transmisión genética) o en niños con retraso madurativo. 

¿Cuando debemos preocuparnos?
Cuando un niño tiene fiebre, ante todo, tranquilidad. Debemos después fijarnos en otros síntomas y signos secundarios que nos pueden orientar a un cuadro banal o a algo grave. Por ejemplo, si nuestro niño tiene un buen estado general, se muestra activo, sigue jugando, tiene buen color... podemos guardar la calma. Pero sin embargo, hay ciertos signos de alarma que debemos tener en cuenta ante un niño con fiebre:
  • Mal estado general, irritabilidad, letargia, decaimiento, confusión, no respuesta a estímulos físicos o verbales, dificultad para respirar
  • Presencia de petequias en la piel, esto es, manchitas rojas, generalmente puntiformes, que no desaparecen a la presión, sobre todo las que aparecen de la linea intermamilar hacia abajo. Las que aparecen por encima de esta linea imaginaria, pueden deberse simplemente por el esfuerzo que implican los vómitos o la tos repetida. Así mismo, una infección vírica también puede producir petequias.
  • En niños menores de 3 meses la fiebre adquiere mayor importancia, porque puede ser un síntoma de bacteriemia oculta.
  • Una temperatura corporal >41ºC.
  • Rigidez de nuca franca: sólo puede explorarse en niños mayores de 1-2 años. Se dice que hay rigidez de nuca cuando el niño no es capaz de sujetar un papel entre su mentón con la boca cerrada sobre su pecho. En cualquier caso, una temperatura corporal elevada puede producir cierta rigidez nucal, por lo que habría que valorarlo de nuevo tras bajar la fiebre.
  • Convulsiones, sobre todo si es la primera vez que ocurre.
¿Cuando se trata la fiebre?
No es necesario tratar la fiebre en sí e intentar bajarla hasta la temperatura  habitual. Lo que hay que tratar es el MALESTAR que acompaña a la fiebre o el dolor. 
Es decir, si nuestro hijo tiene 38ºC pero se encuentra activo y jugando, no hay que hacer NADA. 

¿Cómo debo tratar la fiebre?
El tratamiento de la fiebre se basa en medidas físicas y farmacológicas. 
Entre las medidas físicas se encuentran:
  • Permitir que el niño pierda el calor sobrante desabrigándole. Se le puede dejar simplemente con una camiseta o un body.
  • Ofrecer líquidos con frecuencia para recuperar las pérdidas y evitar las deshidrataciones.
La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria desaconseja el uso de paños húmedos, friegas de alcohol, desnudar a los niños completamente, duchas y baños. 
Ante una febrícula (temperatura axilar entre 37-38 ºC) puede ser suficiente con medidas físicas, ya que existe una tendencia exagerada a tratar con fármacos cualquier ligero aumento de la temperatura corporal

Ante la fiebre que se acompañe de malestar general y/o dolor, además de la medidas físicas descritas se pueden emplear fármacos antitérmicos. Los más conocidos son el paracetamol (apiretal) y el ibuprofeno (dalsy). El paracetamol puede darse cada 4-6 horas, y el ibuprofeno cada 6-8  horas.
El primero se puede dar a cualquier edad, y el ibuprofeno a partir de los 6 meses. Os invito a releer el post "¿Cuanto dalsy hay que darle al niño?" para recordar la dosificación de estos medicamentos y las diferencias que existen entre paracetamol e ibuprofeno.

Los antitérmicos NO CURAN nada. Solo constituyen un tratamiento sintomático, para que los niños (y los padres) se sientan mejor. Como os decía, la fiebre en muchos casos es "buena", por lo que no es necesario dar antitérmicos sistemáticamente si el niño tiene fiebre pero excelente estado general. Es decir, si el niño tiene 37.5ºC pero se encuentra postrado y alicaído, es mayor motivo para tratarle que el niño con 38.5ºC pero que está contento, activo y "dando guerra". Así pues, a la hora de dar antitérmicos, mirad a vuestro hijo, no al termómetro.

También es importante recordar que ni la cantidad de fiebre ni su descenso tras la toma de antitérmicos orienta hacia la gravedad de la infección. 

Los antibióticos así mismo tampoco curan la fiebre. Hay muchos cuadros que producen fiebre que se resuelven solos, ya que muchos de ellos (la gran mayoría) están causados por virus. Y es que los antibióticos son unos fármacos que luchan solamente contra las bacterias. El empleo injustificado e indiscriminado de los antibióticos es la causa de que muchas bacterias se hagan resistentes a los mismos.

La pregunta del millón, ¿es aconsejable alterar antitérmicos?
La respuesta es NO. Lo ideal es elegir uno de ellos y seguir con ese, alternando con el otro solo si es necesario, es decir, si tras la toma de un fármaco los síntomas persisten o recurren antes de que podamos dar la siguiente dosis. Por ejemplo, si hemos dado paracetamol, y al cabo de unas horas el niño sigue con malestar, podemos dar ibuprofeno. Lo que no debemos hacer es dar un antitérmico distinto cada 4 horas de forma sistemática. 
Tenemos que tener en cuenta que el antitérmico bajará la fiebre 1-1.5ºC. Tampoco podemos pretender que el niño que tenga 39.8ºC se quede en 36.5ºC. Si el niño ya se encuentra bien, aunque persista algo febril, tampoco hay que sobremedicarlo. 

¿Se debe utilizar antitérmico para prevenir reacciones vacunales?
La respuesta es NO. No es necesario darles antes de la vacunación, o durante. Lo aconsejable es administrarlos solo si después de la vacunación se genera fiebre que genera malestar o dolor. 


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