Para tomar la temperatura, tenemos en el mercado muchos tipos de termómetros. Esto nos puede hacer dudar de cuál de ellos es el más recomendable.
Entre los más populares se encuentran los termómetros de oído. Son dispositivos que miden la temperatura por infrarrojos desde el conducto auditivo. Son cómodos y rápidos. El problema es que no se correlacionan bien con la temperatura real, pudiendo ofrecer variaciones de más de un grado. Por otro lado hay que colocarlo de forma adecuada, y en los niños más pequeños, que tienen un conducto auditivo más estrecho, esto puede dar lugar a determinaciones erróneas. Además, no suelen ser baratos.
Por otro lado tenemos los termómetros infrarrojos que toman la temperatura en la frente, pero tampoco muestran gran correlación. Aunque también son cómodos y rápidos, su elevado precio (que puede rondar los 50-70 euros) no los hacen la mejor opción.
Otro tipo de termómetros son los de galistán, una aleación entre galio, indio y estaño. Son muy semejantes a los de mercurio, y muy fiables. El problema radica en que son bastante lentos para conseguir la medición (entre 2 y 4 minutos), y esto en algunos niños puede ser un problema. Además son frágiles, al ser de vidrio. Para reiniciarlo hay que agitarlos con la mano, de forma similar a como se hacía con los de mercurio.
Luego tenemos otras opciones como el chupete con termómetro incorporado, que tampoco se consideran buena opción; o las apps de los móviles, tampoco fiables.
Si tuviera que elegir una opción entre todos los modelos del mercado, me quedaría con los digitales, los de pila. Son bastante fiables y económicos, su precio no suele ser superior a los 10 euros. Además son de rápida lectura y no se rompen. Por lo que sería quizá el más recomendable.
Si queréis más información sobre la fiebre en los niños, y cómo manejarla desde casa, tenéis un post muy completo aquí.