Durante el embarazo se llevan a cabo una serie de revisiones y pruebas complementarias para asegurar el correcto transcurso de la gestación.
Cuando nos quedamos embarazadas nos acecha la incertidumbre al no saber cuales son esas pruebas, en qué momento se realizan y para qué son. En este post os quiero hacer un resumen de ellas, teniendo en cuenta que cada hospital tiene sus propios protocolos, y que a su vez estos pueden variar en función de las patologías que pudieran surgir en la mamá o el bebé.
Primer trimestre
En el primer trimestre se hace una analítica general, así como serologías para descartar posibles infecciones por virus de la hepatitis B y C, VIH, rubeola, y la famosa toxoplasmosis.
Sobre la semana 12 de embarazo suele realizarse la primera ecografía, en la que veremos ya a nuestro bebé formadito y con su corazón latiendo a toda pastilla. Se comprueba además la situación del embrión en el útero, se comprueba que no haya ninguna alteración morfológica, y se ajusta la fecha probable de parto en función a sus medidas. Puede intuirse ya el sexo del bebé, aunque no con una fiabilidad del 100%.
Junto con los análisis de sangre, se realiza el llamado "triple screening", que junto con los datos obtenidos en la ecografía (el famoso pliegue nucal), se realizan unos cálculos estadísticos para determinar la probabilidad de cromosomopatías como el síndrome de Down, Klineffelter o Patau. En el caso de que esta prueba saliese alterada, se recomendaría la realización de una amniocentesis para comprobar este resultado.
Segundo trimestre
En esta segunda etapa del embarazo se realiza de nuevo una analítica de sangre básica, serología de toxoplasma si la previa ha salido negativa (para asegurarnos de que no nos hayamos infectado durante el embarazo), sedimento de orina y urocultivo.
A partir de la semana 24 nos harán la sobrecarga oral de glucosa de 50 gramos, también llamado test O'Sullivan, para descartar diabetes gestacional. Consiste en beber un frasquito de 200 mL de una bebida bastante azucarada. Nos harán una analítica justo antes de tomarla y una hora después, para comprobar la respuesta de nuestro organismo a la glucosa. En caso de que esta prueba saliera positiva, tendríamos que repetir la prueba 2 semanas más tarde, pero esta vez con 100 gramos de glucosa. Es también llamada la "curva larga de glucosa", porque esta tiene una duración de 3 horas.
Sobre la semana 20 de embarazo nos hacen una nueva ecografía, una de las más importantes del embarazo, o también llamada morfológica. Se comprueban detenidamente cada uno de los organitos del bebé, comprobando de nuevo que no exista ninguna malformación ni alteración evidente. Comprueban la posición de la placenta y la cantidad de líquido amniótico. En esta ecografía nos asegurarán con mayor probabilidad el sexo del bebé.
Tercer trimestre
De nuevo toca pinchazo. Se realiza analítica general con coagulación, serologías (toxoplasma, virus herpes B y C), sedimento de orina y urocultivo.
Entre la semana 34-36 se recoge una muestra vaginal y de recto para descartar la presencia de una bacteria llamada Streptococo agalactiae. Se trata de una bacteria que, en caso de transmisión al recién nacido durante el parto, puede provocar infecciones graves. Por ello, si sale positivo, nos podrán antibiótico durante el parto para prevenirlo. Si es negativo, nos olvidamos del tema.
Haremos también una visita al anestesista, sobre todo cara la posibilidad de ponernos anestesia epidural, o con menor probabilidad,valorarnos en caso de que sea necesaria una intervención quirúrgica.
Nos harán la última ecografía del embarazo, en donde comprobarán de nuevo el correcto desarrollo del bebé, la situación de la placenta, la cantidad de líquido amniótico y realizarán un doppler para comprobar el bienestar del bebé.
A partir de la semana 39-40 los controles serán más continuos, realizándose monitorizaciones frecuentes para valorar la frecuencia cardíaca del bebé y la presencia de contracciones uterinas. Podrán realizarnos algún tacto vaginal para valorar la dilatación del cuello del útero.
Además durante todo el embarazo serán frecuentes las visitas a la matrona, en donde controlarán nuestra tensión arterial, peso, altura del útero y presencia del latido cardíaco del feto. Nos irán explicando cada uno de los síntomas que experimentaremos durante el embarazo, nos guiarán a través de la multitud de pruebas que tendremos que hacernos durante la gestación, y además, estarán ahí para resolver todas nuestras dudas. Nos acompañarán durante las clases de preparación al parto, y además, nos ayudarán a sobrevivir al puerperio.
16 de abril de 2015
7 de abril de 2015
Convulsiones febriles en la infancia
Las convulsiones febriles son una causa relativamente frecuente de consulta en el Servicio de Urgencias, y motivo de gran angustia para muchos papás.
¿Qué son?
Una convulsión febril es una respuesta del cerebro ante la fiebre que se presenta habitualmente entre los 3 meses y los 5 años, pero sin que exista una infección o una causa intracraneal.
Se estima que al menos entre un 2 al 5% de los niños menores de 5 años sufren al menos una convulsión febril. Ocurre en cualquier época del año, aunque quizás son algo más frecuentes en el invierno, coincidiendo con los infecciones víricas de vías altas, y en verano, en relación con las gastroenteritis.
¿Cual es la causa?
La predisposición genética es la causa más determinante de las convulsiones febriles. De esta forma, niños con un hermano o con un padre con convulsión febril tienen un riesgo más alto de padecerlas que la población general.
La elevación de la temperatura necesaria para desencadenar una crisis varía de un niño a otro. Puede que para uno sea necesario alcanzar los 40.5ºC, mientras que para otro es suficiente alcanzar los 38.5ºC, aunque la mayoría ocurrirán con una temperatura entre 38 y 39º, siendo el resto con temperaturas superiores.
La convulsión febril se presenta habitualmente coincidiendo con la elevación brusca de la fiebre en el primer día de la enfermedad, aunque también pueden ocurrir en el segundo o tercer día de fiebre, o incluso precediendo en unos minutos a su aparición.
La convulsión febril por tanto, no se asocia con fiebres muy elevadas como muchas veces se cree, si no a un rápido ascenso de esta.
La causa de la fiebre es muy diversa. La mayoría de las infecciones serán faringoamigdalitis, catarros, otitis, neumonías, infecciones de orina, gastroenteritis, etc.
¿Cómo se manifiestan?
Las convulsiones febriles se manifiestan con pérdida de conciencia, momento en el cuerpo puede ponerse rígido y comenzar con movimientos bruscos de brazos y pies en forma de sacudidas,o quedarse flácido, a veces con mirada perdida hacia arriba y con dificultad para abrir la boca. Pueden ir acompañadas de movimiento de chupeteo de los labios, labios azulados, o micción y defecación involuntaria. En general duran menos de 15 minutos, generalmente entre 2 y 5 minutos. Posteriormente a la convulsión el niño puede quedarse dormido, o con tendencia a la somnolencia.
¿Pueden repetirse?
Casi una tercera parte de los niños que padecen convulsiones febriles presentan algún otro episodio, y al menos un 15%, más de una.
Hay algunos factores que parecen aumentar el riesgo de los niños a padecer convulsiones febriles recurrentes, como son la historia familiar de convulsiones febriles o afebriles, la aparición de la primera convulsión en edades tempranas, aparición de convulsiones febriles con temperaturas no excesivamente elevadas y convulsiones febriles prolongadas.
¿Son las convulsiones febriles dañinas?
Las familias que observan por primera vez una convulsión febril tienen sensación de muerte inminente del niño, pero por suerte no corresponde con la realidad, ya que las convulsiones febriles típicas son inofensivas.
Las convulsiones febriles no causan daño cerebral, no dejando por tanto secuelas sobre la inteligencia ni sobre el desarrollo psicomotor.
Los niños con convulsiones febriles deben llevar una vida absolutamente normal.
¿Si un niño tiene una convulsión febril, quiere decir que tendrá epilepsia?
Para nada. La posibilidad de que un niño esté afecto de epilepsia es algo más alta en niños que tienen convulsiones febriles,pero en cualquier caso el riesgo de padecerla se sitúa entre el 2-4% de estos niños. La posibilidad por tanto de no estar afecto de epilepsia, es de un 95% aproximadamente.
Existen unos factores de riesgo que incrementan las posibilidades de estar afecto de epilepsia,entre las que se encuentran las convulsiones febriles atípicas o complejas, la anormalidad neurológica previa y la historia familiar de epilepsia.
¿Qué hacer cuando ante una convulsión?
- Lo más importante es mantener la calma, aunque sea difícil. La mayoría de las convulsiones ceden solas en unos minutos.
- Colocar al niño tumbado de lado, sobre un costado y lejos de objetos con los que pueda golpearse.
- No intentar introducir nada en la boca.
- Desnudar al niño. Quitar el exceso de abrigo. Si no le ha dado ningún medicamento para la fiebre en las últimas 2 horas, puede administrar un supositorio de paracetamol.
- Es necesario que el niño sea valorado por un pediatra que confirme el diagnóstico, por lo que deberá acudir a su Centro de salud u hospital más cercano.
¿Hay alguna forma de prevenir las convulsiones febriles?
No hay ninguna manera de prevenirlas. El tratamiento de la fiebre en estos niños debe ser el mismo que otro niño. El riesgo de sufrir una convulsión no aumenta con la temperatura. La convulsión febril puede aparecer incluso antes de que el niño tenga fiebre o solo febrícula, por lo que no tiene sentido un tratamiento intensivo de la fiebre en estos casos.
Conclusiones importantes
- Las convulsiones febriles tienen buen pronóstico. Después de la convulsión el niño tendrá el mismo estado de salud que antes. Tener una convulsión febril no es sinónimo de epilepsia,
- Cualquier infección banal (catarro, gastroenteritis, otitis...) que curse con fiebre puede dar lugar a una convulsión febril. No es sinónimo de mayor gravedad.
- Son frecuentes. Después del primer episodio, un tercio de esos niños podrán volver a tener otro.
- En la mayoría de los casos, no será necesario haber ninguna prueba complementaria especial.
- Los niños con convulsiones febriles no necesitan un tratamiento diferente para la fiebre al que se le administra a los demás niños.
¿Qué son?
Una convulsión febril es una respuesta del cerebro ante la fiebre que se presenta habitualmente entre los 3 meses y los 5 años, pero sin que exista una infección o una causa intracraneal.
Se estima que al menos entre un 2 al 5% de los niños menores de 5 años sufren al menos una convulsión febril. Ocurre en cualquier época del año, aunque quizás son algo más frecuentes en el invierno, coincidiendo con los infecciones víricas de vías altas, y en verano, en relación con las gastroenteritis.
¿Cual es la causa?
La predisposición genética es la causa más determinante de las convulsiones febriles. De esta forma, niños con un hermano o con un padre con convulsión febril tienen un riesgo más alto de padecerlas que la población general.
La elevación de la temperatura necesaria para desencadenar una crisis varía de un niño a otro. Puede que para uno sea necesario alcanzar los 40.5ºC, mientras que para otro es suficiente alcanzar los 38.5ºC, aunque la mayoría ocurrirán con una temperatura entre 38 y 39º, siendo el resto con temperaturas superiores.
La convulsión febril se presenta habitualmente coincidiendo con la elevación brusca de la fiebre en el primer día de la enfermedad, aunque también pueden ocurrir en el segundo o tercer día de fiebre, o incluso precediendo en unos minutos a su aparición.
La convulsión febril por tanto, no se asocia con fiebres muy elevadas como muchas veces se cree, si no a un rápido ascenso de esta.
La causa de la fiebre es muy diversa. La mayoría de las infecciones serán faringoamigdalitis, catarros, otitis, neumonías, infecciones de orina, gastroenteritis, etc.
¿Cómo se manifiestan?
Las convulsiones febriles se manifiestan con pérdida de conciencia, momento en el cuerpo puede ponerse rígido y comenzar con movimientos bruscos de brazos y pies en forma de sacudidas,o quedarse flácido, a veces con mirada perdida hacia arriba y con dificultad para abrir la boca. Pueden ir acompañadas de movimiento de chupeteo de los labios, labios azulados, o micción y defecación involuntaria. En general duran menos de 15 minutos, generalmente entre 2 y 5 minutos. Posteriormente a la convulsión el niño puede quedarse dormido, o con tendencia a la somnolencia.
¿Pueden repetirse?
Casi una tercera parte de los niños que padecen convulsiones febriles presentan algún otro episodio, y al menos un 15%, más de una.
Hay algunos factores que parecen aumentar el riesgo de los niños a padecer convulsiones febriles recurrentes, como son la historia familiar de convulsiones febriles o afebriles, la aparición de la primera convulsión en edades tempranas, aparición de convulsiones febriles con temperaturas no excesivamente elevadas y convulsiones febriles prolongadas.
¿Son las convulsiones febriles dañinas?
Las familias que observan por primera vez una convulsión febril tienen sensación de muerte inminente del niño, pero por suerte no corresponde con la realidad, ya que las convulsiones febriles típicas son inofensivas.
Las convulsiones febriles no causan daño cerebral, no dejando por tanto secuelas sobre la inteligencia ni sobre el desarrollo psicomotor.
Los niños con convulsiones febriles deben llevar una vida absolutamente normal.
¿Si un niño tiene una convulsión febril, quiere decir que tendrá epilepsia?
Para nada. La posibilidad de que un niño esté afecto de epilepsia es algo más alta en niños que tienen convulsiones febriles,pero en cualquier caso el riesgo de padecerla se sitúa entre el 2-4% de estos niños. La posibilidad por tanto de no estar afecto de epilepsia, es de un 95% aproximadamente.
Existen unos factores de riesgo que incrementan las posibilidades de estar afecto de epilepsia,entre las que se encuentran las convulsiones febriles atípicas o complejas, la anormalidad neurológica previa y la historia familiar de epilepsia.
¿Qué hacer cuando ante una convulsión?
- Lo más importante es mantener la calma, aunque sea difícil. La mayoría de las convulsiones ceden solas en unos minutos.
- Colocar al niño tumbado de lado, sobre un costado y lejos de objetos con los que pueda golpearse.
- No intentar introducir nada en la boca.
- Desnudar al niño. Quitar el exceso de abrigo. Si no le ha dado ningún medicamento para la fiebre en las últimas 2 horas, puede administrar un supositorio de paracetamol.
- Es necesario que el niño sea valorado por un pediatra que confirme el diagnóstico, por lo que deberá acudir a su Centro de salud u hospital más cercano.
¿Hay alguna forma de prevenir las convulsiones febriles?
No hay ninguna manera de prevenirlas. El tratamiento de la fiebre en estos niños debe ser el mismo que otro niño. El riesgo de sufrir una convulsión no aumenta con la temperatura. La convulsión febril puede aparecer incluso antes de que el niño tenga fiebre o solo febrícula, por lo que no tiene sentido un tratamiento intensivo de la fiebre en estos casos.
Conclusiones importantes
- Las convulsiones febriles tienen buen pronóstico. Después de la convulsión el niño tendrá el mismo estado de salud que antes. Tener una convulsión febril no es sinónimo de epilepsia,
- Cualquier infección banal (catarro, gastroenteritis, otitis...) que curse con fiebre puede dar lugar a una convulsión febril. No es sinónimo de mayor gravedad.
- Son frecuentes. Después del primer episodio, un tercio de esos niños podrán volver a tener otro.
- En la mayoría de los casos, no será necesario haber ninguna prueba complementaria especial.
- Los niños con convulsiones febriles no necesitan un tratamiento diferente para la fiebre al que se le administra a los demás niños.
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