¿Qué es?
El síndrome nefrótico es una enfermedad que afecta a una parte del riñón que se llama glomérulo. El glomérulo tiene la función de filtrar, determinando qué sustancias pasarán y cuales quedarán en la sangre. En el síndrome nefrótico hay una alteración en el glomérulo que hace que se comporte como un auténtico colador para las proteínas, de modo que se pierden por la orina (proteinuria). Como consecuencia disminuyen en la sangre (hipoalbuminemia).
¿Por qué se produce?
En los niños en la mayoría de las ocasiones es idiopático, es decir, aunque se busque, no se encuentra ninguna causa que lo justifique, siendo el síndrome nefrótico la única manifestación de la enfermedad.
En una proporción más pequeña de casos se encuentra producido por infecciones, enfermedades reumáticas, tumores, intoxicación por fármacos...
¿Qué síntomas aparecen?
El síntoma principal son los edemas (hinchazón) que suele ocurrir en las piernas, manos, cara y párpados. Puede incluso haber también acúmulo de líquido abdominal, lo que se conoce como ascitis. Todo ello llevará consigo un aumento de peso del niño por retención de líquidos.
¿Cómo se diagnostica?
Las pruebas principales serán un analítica de sangre y otra de orina para comprobar la pérdida de proteínas, de tal modo que en el análisis de orina las proteínas serán altas y en sangre bajas. Posteriormente se realizarán otros estudios complementarios para determinar la causa. La biopsia del riñón no se plantea inicialmente, tan sólo en casos de edad atípica, como la presentación antes del año de edad, mala evolución o en caso de no respuesta al tratamiento.
¿Qué complicaciones puede tener?
Generalmente estos niños suelen tener mayor susceptibilidad a las infecciones y a fenómenos de hipercoagulabilidad, por lo que pueden presentar trombosis. Por otro lado suelen tener el colesterol alto y pueden llegarse a desnutrirse por la importante pérdida de proteínas.
¿Cómo se trata?
El tratamiento inicial serán los corticoides, a dosis elevada, y que se mantendrán durante aproximadamente 4-6 semanas para su retirada progresiva posterior. En caso de resistencia a los corticoides, se utilizarán otras alternativas, como los fármacos inmunosupresores. En cualquier caso lo habitual es que respondan al tratamiento corticoideo.
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