Seguimos con entradas dedicadas a la cardiología en la edad infantil. Hoy le dedicamos la entrada a los síncopes, situación caracterizada por una pérdida de conciencia transitoria y autolimitada.
¿Qué es un síncope?
Es una pérdida de conciencia brusca y breve. El niños se pone pálido, deja de responder y pierde la fuerza pudiéndo caerse al suelo. Después, se recupera rápidamente, en un par de minutos y sin dejar secuelas. A veces, cuando el niño pierde el conocimiento, se pueden producir dos o tres sacudidas de las extremidades. El síncope se produce por una disminución transitoria del flujo cerebral.
Generalmente, antes del desmayo, el niño se siente mal, con náuseas, dolor abdominal, visión borrosa, sudoración o zumbido en los oídos. Estos síntomas pueden ayudar en el futuro para que el niño se de cuenta de que le va ocurrir y pueda evitarlo antes de desmayarse.
¿Qué tipos de síncope existen?
Existen diferentes tipos de síncopes en función de la causa que lo provoque.
- Síncope cardíaco: secundario a alguna alteración cardiológica.
- Síncope neuromediado: producción de reflejos inapropiados que producen frecuencia cardíaca baja, vasodilatación o ambos, provocando hipotensión y como consecuencia disminución del flujo sanguineo cerebral. Dentro de este grupo se encuentra el síncope vasovagal, que es el tipo de síncope más frecuente. Se produce por emociones, visión de sangre, dolor, calor, aglomeraciones y suele asociarse con palidez, sudoración, malestar, náuseas y frialdad de manos y pies antes de la pérdida de conocimiento. Otross síncopes que se incluyen dentro de este grupo son los que se producen con la micción, la defecación y con la tos.
- Síncope ortostático: se produce por una caída brusca de la tensión arterial. Puede producirse por pérdida de líquidos como en hemorragias, diarrea o vómitos, o el paso de estar sentado a de pie.
- Síncope hiperventilatorio: como su nombre indica se provoca por una hiperventilación, respirar muchas veces por minuto.
- Síncope convulsivo: episodio sincopal que se acompaña de movimientos de extremidades. No es lo mismo que epilepsia.
¿Cuando es necesaria la valoración por Cardiología Pediátrica?
- Cuando existen antecedentes familiares de muerte súbita
- Cualquier presíncope o síncope en pacientes con cardiopatía conocida
- Sincope estando acostado
- Síncope que se acompaña de dolor torácico
- Anomalías en el electrocardiograma o en la exploración física del niño (soplos)
- Síncope brusco sin síntomas previos
- Síncope vagal con episodios recurrentes que afecten a la calidad de vida
¿Qué hay que hacer en caso de síncope?
- Si conoce las situaciones que le causan los desmayos debe evitarlas o cambiarlas. Por ejemplo, no hay que incorporarse bruscamente cuando se está sentado o tumbado. Si el niño se suele marear cuando le sacan sangre adviértalo antes a la enfermera para que le tumbe durante la extracción.
- Cuando el niño comience a sentirse mal debe sentarse o tumbarse de inmediato para evitar el síncope y la caída. Es conveniente que respire lenta y profundamente.
- Si el niño pierde la conciencia es preferible tumbarle con las piernas elevadas y la cabeza de lado para que respire mejor.
- Cuando el malestar y la sensación de debilidad física hayan desaparecido se puede incorporar despacio. Si está tumbado, primero debe sentarse y después de unos minutos levantarse.
- Los niños con tendencia a presentar síncopes deben aumentar la ingesta diaria de líquidos, más aún si hacen ejercicio.
¿Es necesario tratamiento farmacológico?
En el caso de los síncopes de causa cardíaca está indicado iniciar tratamiento, y dependerá en función de las necesidades del niño.
Cuando se hace necesario el tratamiento farmacológico (bien por ser muy recurrentes, bruscos y sin sintomatología previa...) son útiles la midodrina, los betabloqueantes como el atenolol, y la fludrocortisona.
▼
26 de febrero de 2014
19 de febrero de 2014
El dolor torácico en niños
El dolor torácico es la segunda causa más frecuente de consulta al cardiólogo pediátrico. En los padres suele generar bastante ansiedad, sobre todo al relacionarlo con los infartos isquémicos que suceden en la edad adulta, produciendo muchas veces absentismo escolar, limitaciones en la actividad física de los niños y pruebas complementarias muchas veces injustificadas.
Es más frecuente en la etapa prepuberal y en la adolescencia, siendo las causas más comunes el de tipo idiopático, osteomuscular y el psicógeno. En la segunda infancia el de origen respiratorio es el más frecuente.
En cualquier caso el dolor torácico que tiene su origen en una causa cardiológica es muy raro en la edad pediátrica.
¿Cuales son las causas del dolor torácico en niños?
1. Idiopático (causa más frecuente): es un dolor de tipo punzante, a punta de dedo, que no suele ser muy intenso. Suele autolimitarse, durando pocos minutos, pero puede repetirse a lo largo del día hasta 3-4 semanas. Mejora con el reposo y analgesia.
2. Osteomuscular: originado en ligamentos, músculos y estructura ósea de la pared torácica.
3. Psicógeno: siendo lo más frecuente la ansiedad.
4. Respiratoria: debido a patologías como el asma, neumotórax o a procesos infecciosos (infección respiratoria, neumonía, traqueítis...).
5. Digestivo: reflujo gastroesofágico, gastritis, úlcera gastroduodenal...
6. Cardíaco: arritmias, pericarditis, miocarditis, anomalías estructurales del corazón, enfermedades de la aorta...
En cualquier caso es importante descartar que en la mayoría de los casos el dolor tiene un origen benigno.
¿Cuales son los datos guía?
Hay ciertas características que nos pueden ayudar a diferenciar si un dolor tiene un origen orgánico o por el contrario su causa no es cardíaca.
Son indicativos de origen orgánico: dolor muy intenso, de aparición brusca, que se relaciona con el esfuerzo, que tenga un carácter nocturno y si existen más síntomas o signos que acompañen a este dolor.
Son indicativos de causa no cardíaca: dolor localizado, no relacionado con el ejercicio, que no se acompaña de otros síntomas, que sea variable con los movimientos respiratorios y que se modifique según la posición.
¿Qué pruebas complementarias pueden ser de ayuda?
Simplemente la historia clínica y la exploración física orientan hacia el diagnóstico en la mayoría de los casos. Puede estar indicado en función de los antecedentes personales o familiares, o en función de los síntomas y signos presentes, la realización de una analítica, un electrocardiograma y una radiografía de tórax.
¿Cómo se trata?
El dolor de origen idiopático o el osteomuscular, se tratará con analgesia, antiinflamatorios y reposo relativo. Es importante saber que este tipo de dolor suele ser prolongado en el tiempo (4-6 semanas) no siendo por ello indicativo de gravedad o mala evolución.
En el dolor por un traumatismo es necesaria la inmovilización, el reposo, antiinflamatorios y analgesia.
Los cuadros de origen psicógeno precisan en muchas ocasiones de apoyo psicológico, siendo en algunos casos necesaria la administración de ansiolíticos o incluso la valoración por la Unidad de Salud mental infanto-juvenil.
En los procesos de origen respiratorio será preciso el tratamiento antitérmico (si fiebre), analgésicos, antitusivos o antibióticos (si está indicado) o broncodilatador en caso de asma.
En los de origen digestivo puede necesitarse fármacos procinéticos o antiácidos.
Es más frecuente en la etapa prepuberal y en la adolescencia, siendo las causas más comunes el de tipo idiopático, osteomuscular y el psicógeno. En la segunda infancia el de origen respiratorio es el más frecuente.
En cualquier caso el dolor torácico que tiene su origen en una causa cardiológica es muy raro en la edad pediátrica.
¿Cuales son las causas del dolor torácico en niños?
1. Idiopático (causa más frecuente): es un dolor de tipo punzante, a punta de dedo, que no suele ser muy intenso. Suele autolimitarse, durando pocos minutos, pero puede repetirse a lo largo del día hasta 3-4 semanas. Mejora con el reposo y analgesia.
2. Osteomuscular: originado en ligamentos, músculos y estructura ósea de la pared torácica.
3. Psicógeno: siendo lo más frecuente la ansiedad.
4. Respiratoria: debido a patologías como el asma, neumotórax o a procesos infecciosos (infección respiratoria, neumonía, traqueítis...).
5. Digestivo: reflujo gastroesofágico, gastritis, úlcera gastroduodenal...
6. Cardíaco: arritmias, pericarditis, miocarditis, anomalías estructurales del corazón, enfermedades de la aorta...
En cualquier caso es importante descartar que en la mayoría de los casos el dolor tiene un origen benigno.
¿Cuales son los datos guía?
Hay ciertas características que nos pueden ayudar a diferenciar si un dolor tiene un origen orgánico o por el contrario su causa no es cardíaca.
Son indicativos de origen orgánico: dolor muy intenso, de aparición brusca, que se relaciona con el esfuerzo, que tenga un carácter nocturno y si existen más síntomas o signos que acompañen a este dolor.
Son indicativos de causa no cardíaca: dolor localizado, no relacionado con el ejercicio, que no se acompaña de otros síntomas, que sea variable con los movimientos respiratorios y que se modifique según la posición.
¿Qué pruebas complementarias pueden ser de ayuda?
Simplemente la historia clínica y la exploración física orientan hacia el diagnóstico en la mayoría de los casos. Puede estar indicado en función de los antecedentes personales o familiares, o en función de los síntomas y signos presentes, la realización de una analítica, un electrocardiograma y una radiografía de tórax.
¿Cómo se trata?
El dolor de origen idiopático o el osteomuscular, se tratará con analgesia, antiinflamatorios y reposo relativo. Es importante saber que este tipo de dolor suele ser prolongado en el tiempo (4-6 semanas) no siendo por ello indicativo de gravedad o mala evolución.
En el dolor por un traumatismo es necesaria la inmovilización, el reposo, antiinflamatorios y analgesia.
Los cuadros de origen psicógeno precisan en muchas ocasiones de apoyo psicológico, siendo en algunos casos necesaria la administración de ansiolíticos o incluso la valoración por la Unidad de Salud mental infanto-juvenil.
En los procesos de origen respiratorio será preciso el tratamiento antitérmico (si fiebre), analgésicos, antitusivos o antibióticos (si está indicado) o broncodilatador en caso de asma.
En los de origen digestivo puede necesitarse fármacos procinéticos o antiácidos.
16 de febrero de 2014
Soplos cardíacos en niños
El soplo cardíaco es producido por turbulencias o vibraciones generadas en el corazón o los grandes vasos sanguíneos y que podemos percibir por la auscultación o la palpación.
EL 80% de los niños presentarán algún soplo cardíaco en algún momento de su desarrollo, sobre todo entre los 2 y 6 años de edad. El hecho de que encontremos un soplo NO quiere decir que exista una cardiopatía congénita. En cualquier caso, cuanto más precoz sea la detección del soplo, es decir, cuanto más pequeño sea el niño, más posibilidades de que sí exista.
Debemos tener en cuenta que si un niño con soplo tiene antecedentes familiares de cardiopatía congénita, es más probable que él también la tenga. De igual modo que si existe un hermano afectado. Además, existen enfermedades que se encuentran relacionadas con cardiopatías, como el síndrome de Down, Marfan, Williams, y enfermedades metabólicas como la glucogenosis o la mucopolisacaridosis.
Son soplos inocentes aquellos que se producen durante la sístole del ciclo cardíaco, y que no tienen irradiación. Son leves, y variables con el tiempo y con los cambios de postura, de modo que pueden aumentar en situaciones de anemia, con la fiebre o después del ejercicio. Además no existen otros síntomas ni otros hallazgos en la exploración física del niño.
Los síntomas que nos deben alarmar ante un niño con soplo son alteraciones en la curva de desarrollo ponderoestatural, episodios de cianosis, palidez, sudoración, fatiga con las tomas, cambios en la actividad física de rutina o la presencia de infecciones respiratorias de repetición. Si son niños más mayores podremos valorar si existe dificultad respiratoria, dolor abdominal tras las comidas o tras el ejercicio, palpitaciones o dolor en el pecho.
Cuando nos encontramos con un soplo que no cumple las características de inocente, es cuando debemos valorar remitir al especialista. En cualquier caso, en menores de 2 años y sobre todo en menores de 12 meses, es aconsejable derivar al cardiólogo pediátrico igualmente. La prueba princeps para descartar anomalías del corazón es el ecocardiograma, que puede complementarse con la realización de un electrocardiograma o una radiografía de tórax si fuera preciso.
Lo más probable es que el estudio del corazón sea normal. En ese caso no hace falta seguimiento por parte del cardiólogo a no ser que haya cambios en las características del soplo o si aparecen síntomas de alarma.
EL 80% de los niños presentarán algún soplo cardíaco en algún momento de su desarrollo, sobre todo entre los 2 y 6 años de edad. El hecho de que encontremos un soplo NO quiere decir que exista una cardiopatía congénita. En cualquier caso, cuanto más precoz sea la detección del soplo, es decir, cuanto más pequeño sea el niño, más posibilidades de que sí exista.
Debemos tener en cuenta que si un niño con soplo tiene antecedentes familiares de cardiopatía congénita, es más probable que él también la tenga. De igual modo que si existe un hermano afectado. Además, existen enfermedades que se encuentran relacionadas con cardiopatías, como el síndrome de Down, Marfan, Williams, y enfermedades metabólicas como la glucogenosis o la mucopolisacaridosis.
Son soplos inocentes aquellos que se producen durante la sístole del ciclo cardíaco, y que no tienen irradiación. Son leves, y variables con el tiempo y con los cambios de postura, de modo que pueden aumentar en situaciones de anemia, con la fiebre o después del ejercicio. Además no existen otros síntomas ni otros hallazgos en la exploración física del niño.
Los síntomas que nos deben alarmar ante un niño con soplo son alteraciones en la curva de desarrollo ponderoestatural, episodios de cianosis, palidez, sudoración, fatiga con las tomas, cambios en la actividad física de rutina o la presencia de infecciones respiratorias de repetición. Si son niños más mayores podremos valorar si existe dificultad respiratoria, dolor abdominal tras las comidas o tras el ejercicio, palpitaciones o dolor en el pecho.
Cuando nos encontramos con un soplo que no cumple las características de inocente, es cuando debemos valorar remitir al especialista. En cualquier caso, en menores de 2 años y sobre todo en menores de 12 meses, es aconsejable derivar al cardiólogo pediátrico igualmente. La prueba princeps para descartar anomalías del corazón es el ecocardiograma, que puede complementarse con la realización de un electrocardiograma o una radiografía de tórax si fuera preciso.
Lo más probable es que el estudio del corazón sea normal. En ese caso no hace falta seguimiento por parte del cardiólogo a no ser que haya cambios en las características del soplo o si aparecen síntomas de alarma.